“Caminante, no hay camino; el camino se hace al andar”. Ese es el proceso de las personas, de los pueblos, de los países. Ecuador está en este empeño. El desafío está en el discernimiento y el compromiso, o mejor dicho en el compromiso para discernir mejor, porque cuando nos quedamos en la vereda del camino no avanzamos.
En nuestro país se presentan varias propuestas. La derecha está experta en la presentación de un futuro maravilloso mediante los grandes medios de comunicación. Pretende defender y promover nuestros intereses cuando son los propios que va empujando. Lo sabemos: “Son lobos disfrazados de ovejas” y “Un árbol malo no puede dar buenos frutos”.
Nos guste o no, los indígenas son los que en este momento proponen un modelo alternativo de sociedad con el Bien Vivir y Bien Convivir. Contra ellos se lanzan dudas, calumnias y algunas verdades: “Están divididos”, “Se dejaron corromper por el poder y el dinero”, “Sueñan con resucitar el pasado”… Al escuchar favorablemente eso, ¿no quisiéramos que otros fueran nuestros salvadores para sentarnos a mesa puesta? ¿Y que estos otros -indígenas todavía tan despreciados- sean perfectos? Ningún proceso es perfecto ni acabado. Más bien todos son lentos y tortuosos; pero sobre todo son el resultado de muchos y variados esfuerzos mancomunados.
Las iglesias en este momento aparecen bastante ausentes. En ellas las fuerzas conservadoras y reaccionarias llevan la batuta. Para los católicos, hace 50 años, el Concilio Vaticano 2º abría las puertas para dialogar con el mundo moderno y apoyar los esfuerzos de un cambio de rumbo particularmente en lo económico.
Los cristianos pobres de América Latina optaron por este camino y continúan sembrando esperanza a contrapelo de la mayoría de sus pastores.
La Revolución Ciudadana avanza con un paso adelante y dos atrás, porque todo gobierno es limitado. Las opciones y presiones internas y externas lo obligan a detener o desviar la marcha. Los avances no se logran sin o contra los pobres y los pueblos organizados.
Felizmente en este momento varias instituciones regionales y latinoamericanas buscan fortalecer procesos alternativos, como por ejemplo la ALBA (Alianza Bolivariana para las Américas), Unasur (Unión de las Naciones Suramericanas), Celac (Comunidad de los Estados Latinoamericanos y Caribeños) y otros. Una cosa es segura: Este “vino nuevo necesita odres nuevos”. Vivamos ya personal y organizadamente este futuro que soñamos y que comienza a alborear.