Publicidad

Ecuador, 07 de Octubre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

Ecuador después del terremoto

12 de mayo de 2016

La gente buena comete errores éticos por sobreoptimismo. Quiero visualizar con mucha fe en el futuro y bastante pragmatismo la forma como estamos enfrentando, a un mes del terremoto, la reconstrucción de Manabí y Esmeraldas. Y a pesar de que las comparaciones son odiosas, sin embargo un buen ejemplo de carácter y trabajo son los japoneses y su forma como encararon el terrible terremoto, el posterior tsunami y el colapso nuclear de su planta el 11 de marzo, 2011. Cinco años después, más de 170.000 personas de la región de Tohoku viven todavía en albergues temporales a lo largo de la costa afectada. No tienen un lugar al que le puedan llamar hogar y ni siquiera han tenido tiempo para sobrellevar el luto por las miles de vidas humanas segadas por estos desastres. Han reprimido por tanto tiempo su dolor que ya ni siquiera pueden llorar. Nuestras zonas devastadas son una prueba crucial de cómo vamos a reconstruirlas y reactivar al mismo tiempo la economía nacional. Es muy probable que mucho de esta tarea le toque encarar al próximo gobierno que se posesionará en 2017; y precisamente porque este es un año electoral, todos debemos estar muy cautos y seguros de las decisiones que se tomen, en primer lugar, con la planificación de las tareas prioritarias en este proceso que tomará algunos años; no vaya a suceder que otras necesidades nacionales hagan que se posterguen lo que ahora es muy claro y necesario para esa región. Estamos conscientes de que esta tragedia permitirá que la industria de la construcción y los negocios relacionados salgan de una prolongada paralización; pero no sea que este nuevo boom inmobiliario se oriente a las ciudades más pobladas y que no fueron afectadas por la catástrofe telúrica, donde evidentemente es más rentable la construcción.

Desde el comienzo, el proceso de reconstrucción necesita visión, energía y dinero, mucho dinero. En estos días hemos sido testigos de una poderosa resiliencia de los manabitas y esmeraldeños, apoyados por miles de voluntarios y rescatistas de todas partes del país y del mundo. Conozco que hay grupos de planificación que ya están diseñando lo que serían las nuevas ciudades de Pedernales, Canoa, Muisne e inclusive Portoviejo, Manta y Bahía de Caráquez. Y este tremendo ejemplo de solidaridad nos ha llevado a pensar que esta reconstrucción podría sacar al país del estancamiento económico en que nos encontramos. Ojalá que no sean simplemente sueños y esperanzas aupados por la cháchara política de una época electoral y que en pocos meses descubramos con disgusto que tuvieron muy poco progreso las necesarias acciones de restauración.

Hay que desalojar -primero- millones de metros cúbicos de escombros y, por supuesto, reubicar decentemente a los damnificados en forma temporal, así como definir claramente las normas de construcción que deben usarse en nuestro sísmico país. Pero sería muy fácil caer en la lentitud burocrática y muy lamentablemente en el centralismo. O lo que es peor, planificar tremendos elefantes blancos so pretexto de reconstrucción. Tendremos que encarar que los damnificados más pudientes querrán reconstruir sus casas y edificios a su manera. Más aún, tendremos que enfrentar los desacuerdos generacionales, pues a los adultos mayores no nos gusta dejar zonas que probablemente no son aptas para viviendas y comercio y que han sido nuestros hogares por generaciones. Los jóvenes, por su lado, estarán muy dispuestos a vivir en edificios construidos bajo severas normas regulatorias o, en su defecto, emigrar a las grandes ciudades dejando un problema social en sus comunidades que verán reducida su población de gente joven y productiva. Solamente como información, para que hablemos con realidades: será en 2020 cuando finalmente se relocalicen los damnificados de Japón. (O)

Contenido externo patrocinado