Titular esta nota como Guerra de las Galaxias sería erróneo. Aunque ese título se usa comercialmente en español, sabemos que la historia transcurre en una sola galaxia, muy lejana por cierto. Quienes vimos de jovencitos las tres primeras películas (1977, 1980 y 1983), quedamos enamorados de la saga, de los personajes y de la música. Por eso, en 1999, cuando se reanudó la producción de la misma, volvimos emocionados a los cines, ahora con nuestros hijos. Pero en 2012, Disney compró Lucas Films y dañó todo, como todo lo que toca Disney; la epopeya rebelde se convirtió en un cuento de princesas.
Corría el año 1984. Como el año anterior había terminado Star Wars (creíamos que para siempre) y como aficionado fanático de la ciencia ficción, fui a ver una película producida por la familia De Laurentiis: Dune (duna en español). Pese a las falencias de la película, decidí leer el libro. Ese es el mejor procedimiento, porque si uno lee primero el libro, la película le parecerá muy poco. En cambio, después de ver el filme mediocre Duna, leí en inglés la excelente novela Dune. Al leerla, me sorprendió que una obra de 1965 hablara de Ecología y de ecologistas, además de plantear una trama ambientalista. Pero no solo profetizaba la novela en el tema ecológico, sino en otros aspectos: la decadencia de los imperios, el resurgimiento de la “jihad” islámica, la cuestión del género, el renacimiento de la religión pagana. Y lo más sorprendente: Star Wars tiene influencias de Dune.
Antes de la navidad de 2020 se estrenará en todo el mundo Dune en su nueva versión, con un elenco extraordinario y bajo la dirección de Denis Villeneuve. Y hay una docena de novelas de la serie que serán filmadas en los próximos años. Esta saga ecologista, que va de la mano del cambio climático y de la educación ambiental, debería ser obligatoria en nuestras unidades educativas. En una época de educación virtual obligada por la pandemia, Dune tiene potencial en Ecología, Literatura, Cívica, Sociología y más.