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El Telégrafo
Aníbal Fernando Bonilla

Dudas y certezas en el tablero electoral

02 de febrero de 2016

El debate esencial que debería centrar la atención en el país es el modelo ideal de desarrollo que queremos implementar en la estructura socioeconómica. Aquel que refiere al hombre en su dimensión de vida digna desde la justeza y equidad o la otrora economía social de mercado, cuyo maquillaje encubre el capitalismo salvaje transitado con nocivos efectos entre los 80 y 90. Esto implica un serio análisis de carácter ideológico, el mismo que se intenta dejar inadvertido, desde una estrategia mediática que pone por igual preceptos de izquierda y derecha, cuando los rasgos conceptuales son sustancialmente divergentes en torno a mejores oportunidades para las mayorías.

El tablero político devela que en Ecuador aún perviven las paradojas y las contradicciones. Por ello, los discursos y gestos se atestan de eufemismos. Los caciques de ciertos partidos quieren reflejar una falsa imagen de civilidad y diálogo. Y digo falsa, ya que detrás de esas supuestas convocatorias de racionalidad lo que priman son mezquinos intereses corporativos y gremiales. Con la muletilla de la problemática económica, sectores disímiles en sus raíces políticas se sientan en una mesa confusa con el único afán de acceder al poder para favorecer a grupos minoritarios. Aquello, en desmedro de los principios que rigen en cada organización partidaria. Lo que refleja la derecha opositora es una desesperada manera por recuperar espacios gubernativos, para lo cual se prestan grupos seudoizquierdistas, quienes no alcanzan a percibir los alcances que acarrea el retorno de medidas draconianas que beneficiarán a sectores oligárquicos (empresariales, financieros y bancarios).

La pretensión de la derecha -aupada por los medios privados, cual caja de resonancia- es evitar que se diagnostiquen diferenciaciones ideológicas para aparecer como una opción política desde una supuesta convergencia, tan efímera y falaz como lo son sus ambiciosos dirigentes.  

¿Es coherente que el movimiento indígena -en plena crisis orgánica-, intente bosquejar pactos con la burguesía recalcitrante, de la cual tan solo recibió en el pasado el desdén discriminatorio como rezago colonialista?

¿Es plausible atestiguar que la jurásica socialdemocracia criolla (hasta hace poco adherente al correísmo) intente pactar con sus antiguos rivales en la era de la democracia liberal?

¿Es congruente que el radicalismo marxista y maoísta se oponga a una propuesta tendiente a mejorar la condición de vida de la gente desde programas y proyectos que devuelven la dignidad a aquel proletariado del que tanto esgrimen como contenido retórico?

La derecha quiere mostrar su lado incluyente, algo tan irreal como irónico, ya que en su actuación habitual ha dado muestra tan solo de exclusión, prepotencia y expoliación.

La reciente visita de Jaime Nebot a Quito deja interrogantes en el camino electoral. Lo que sí es evidente es que los intentos por cristalizar una recomposición conservadora no cesan. Y de eso deben estar alertas quienes se enrumban en el lado progresista, sobre todo desde Alianza PAIS. (O)

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