El 19 de marzo de 1812, en el Oratorio San Felipe Neri se expidió la Constitución de Cádiz, llamada “La Pepa” por el día de su nacimiento. España, invadida por los ejércitos de Napoleón Bonaparte, pese a la heroica resistencia popular, luchaba por su independencia.
En esas circunstancias, la Junta Suprema Gubernativa convocó a representantes de las diferentes regiones españolas, incluyendo Iberoamérica y Filipinas. Allí se dictó la primera Carta Magna en la cual se consagraron importantes principios liberales; se estableció que la soberanía nacional radica en la nación y no en el rey; se proclamó una monarquía limitada y un parlamento unicameral, reconociendo para los diputados inviolabilidad personal e inmunidad en su acción; se eliminó la Inquisición y se garantizó la libertad de expresión y de imprenta, estableciéndose iguales derechos para los españoles de ambos hemisferios, en referencia a América, en un tardío intento por conservar sus dominios, pues los vientos de libertad la cruzaban por todas partes. Tuvo corta vigencia y algunos la consideraron una Carta racista, pues negaba derechos a los hispanos nativos de África.
La entonces Real Audiencia de Quito mandó dos delegados, que pueden considerarse entre los forjadores de la nación ecuatoriana. Ellos fueron José Mejía Lequerica y José Joaquín de Olmedo. El primero, nacido en Quito, fue autodidacta y sobresalió en la cátedra universitaria y el periodismo. Estuvo muy cerca del precursor de la independencia Eugenio Espejo. Combatió junto a los españoles en Madrid y Sevilla y como suplente de José Matheu intervino en Cádiz. Su elocuencia se evidenció especialmente en su defensa de la libertad, la supresión de las mitas y toda forma de vasallaje de los indios y contra la Inquisición, habiendo condenado enérgicamente la masacre de los próceres del 2 de agosto de 1810.
El guayaquileño Olmedo fue enviado por el Cabildo de su ciudad. Ilustre poeta y gran patriota, su talento determinó que fuera designado secretario de las Cortes y miembro de la diputación permanente. Su estremecedor discurso sobre la abolición de las mitas fue reproducido por Rocafuerte desde Londres. A su regreso a Guayaquil, jugó un gran rol en la independencia y forja del Ecuador.
Los dos fueron dignos delegados de América. Nunca tuvo nuestro país representantes de tan alta valía. Mejía y Olmedo, junto a Montalvo, fueron intelectuales revolucionarios y son un referente para el Ecuador de hoy y de mañana.