Con los cuartos de final de la Eurocopa ya consumados y con la confirmación de los máximos favoritos, Alemania y España, además de Italia e Inglaterra, la gran justa continental prosigue y para quienes hemos venido de muy lejos es un privilegio ver fútbol en el primer mundo y, por supuesto, conocer al paso hermosos lugares que difícilmente hubiéramos puesto en el itinerario.
Por ejemplo, en Varsovia fuimos testigos del triunfo de Portugal sobre Chequia (la otra manera de llamar a la República Checa), en un cotejo que fue parejo al inicio y que poco a poco lo fue desequilibrando Cristiano Ronaldo, quien marcó el único gol, ratificando así su condición de superestrella que, además, se esmera para no serle indiferente a nadie, pues bien se lo ama (por su fútbol deslumbrante) o en su defecto se lo odia (por sus prefabricadas polémicas). Del partido no hubo mucho que hablar, mas de lo vivido en su entorno sí, por la organización que se percibe en determinados detalles, que le dan más calor a cada partido.
Un ejemplo: cuando llega el momento de dar las alineaciones, el locutor del estadio da la pauta mencionando el nombre del jugador, para que los hinchas, a grito puro, mencionen su apellido. Algo parecido ocurre al momento de los himnos, cuando en las pantallas gigantes aparecen las respectivas letras como si se tratara de un karaoke. Lo propio sucede diez segundos antes de cada partido, al darse la introducción de la cuenta regresiva, siendo el hincha quien dice: “dziesiec, dziewiec, … zero”, instante en que hasta el árbitro se somete al coro, para dar por iniciadas las acciones.
Sin duda, que uno de los puntales de éxito de la Euro 2012, lo constituyen aquellas personas llamadas “voluntarios” y que prestan sus servicios, en algunos casos al Comité Organizador de la Eurocopa y en otros, a la Alcaldía de la ciudad. Dentro de los primeros está Lisette, una veinteañera venezolana que en el Centro de Prensa nos ayudó para la configuración del “Wi-Fi” en el celular; mientras que en el grupo de los que colaboran en otros puntos de la urbe varsoviana, se encuentra Frantiszek, un estudiante universitario polaco que habla a la perfección el español y que, en la gigantesca Estación Central de Trenes, nos ayudó a conseguir un paquete de boletos ferroviarios para viajar tres días, por el módico precio de 260 zloty (algo así como 78 dólares).
Aquella excursión que hicimos para comprar sobre la marcha estos pasajes era urgente, pues la idea era viajar al día siguiente a Gdansk. Apenas a 100 metros de la terminal se encuentra el Palacio de la Cultura, epicentro del Fan Zone, un lugar alucinante; por extensión y estructura son aproximadamente seis manzanas en donde se cuenta con unas diez pantallas gigantes y con ellas escenarios, bares, lugares de interactividad, puntos de atención y cosas por el estilo, que hacen que quien no tenga ticket para ir a la cancha, igual viva en pleno la sensación que solo el fútbol puede provocar.
En medio del tumulto que se forma en torno a estos bazares, nos percatamos de que había un ítem llamado “maskot” y que tenía dos precios: 80 y 60 zlotys, equivalentes a 24 y 18 dólares y se trataba de los simpáticos Slavek y Slavko, los muñequitos símbolo del torneo y que no pudimos tener en nuestra manos, porque ya se habían agotado. En todo caso, aún tenemos varios días para conseguirlos, tiempo que se irá rápidamente porque el balón no se detiene y especialmente porque este bonito país invita a seguirlo recorriendo y disfrutando.