La cultura popular latinoamericana basa su fuerza en la constante recreación de su cepa original, hecha de árboles distintos que se amarran en uno. Las grandes creaciones artísticas individuales no sobreviven si no calan en el espíritu en su pueblo, que lo reconfigura a su condición. Decenas de artistas de calle, copiadores espléndidos o defectuosos, venden en muchas esquinas del país la obra recolorida de Guayasamín. Nada supera la originalidad del maestro y nada supera la voluntad de la gente por apropiarse del calco de su obra, porque en ella se ven.
Uno de los referentes de la música popular nacional que encarnó en el alma colectiva fue Medardo Luzuriaga Escudero, quien tuvo la virtud de adaptar su capacidad interpretativa y creativa al espíritu alegre ecuatoriano, para lograr el “taikie”, el baile para liberar el cuerpo hasta quedar atrapado en la cadencia.
En Manabí aman su legado y las canciones que compuso a esta tierra de pueblos diminutos engarzados al mar o guindados en las montañas, impregnados por el olor del palo santo y el canelazo, en tiempos de fiestas y de vírgenes añejas. Siempre que llegaba cantaba, “Mosaico manabita” y entonces estallaba el zapateo dentro de las pequeñas carpas de caña con cielos plagados de gallardetes, que a fuerza de viento terminaban bailando al ritmo de Don Medardo y sus Players.
Don Medardo, lojano, hijo del cantante Ángel Luzuriaga, fue un músico académico (1937) formado en el Conservatorio Nacional, integrante de la Orquesta Sinfónica Nacional en calidad de violinista hasta graduarse como maestro de piano en 1967. Deja un legado de pasillos, sanjuanitos y sobre todo de cumbias, ritmo que nacionalizó creando formas con impronta andina salpicadas de jazz, creando una identidad musical propia, reconocida en varios lugares del mundo. Obtuvo un importante premio en Barranquilla, el lugar donde originalmente se desarrolló el género tropical. Él y su grupo produjeron más de 100 álbumes con canciones tropicales.
El pueblo ecuatoriano tributó y tributará siempre su homenaje al gran maestro de la alegría. Seguro habrá fiesta en su memoria, cuando una vez más vuelva vivo, en las andas de su Clan Luzuriaga, Don Medardo y sus Players, para interpretar “Te quiero Manabí”. (O)