¡No hay acuerdo! Aunque haya sido una relación de largos años, con bienes e hijos, la disolución de la sociedad conyugal parece ser la única solución. Este no es un artículo de terapia de pareja, pero sí una reflexión sobre verdades incómodas. De manera específica, estas líneas se refieren al Ejecutivo y Legislativo y a explorar si es posible alcanzar un futuro más optimista.
De lo tóxico, estamos cansados. Sí, todos los ecuatorianos que buscamos generar empleo, crear empresa, producir, vivir en paz y darle un mejor futuro a nuestros hijos y familia exigimos respeto y anhelamos que se acabe este circo político. Estamos en medio de una disputa, sobre la cual desconocemos el desenlace, que por ahora no pinta bien. Por esa razón, inicié este artículo hablando de una relación en la cual tanto el Ejecutivo como el Legislativo, se disputan a diario la “patria potestad” de los ecuatorianos sin entender, escuchar ni explorar qué es lo mejor para el país.
Es difícil creer que la única razón que tiene el Ejecutivo, para no activar la “muerte cruzada” (Art. 148 Constitución de la República del Ecuador), es un cálculo político y temor de no ganar las elecciones que se convocarían en los siguientes meses. Cuando el actual Primer Mandatario fue electo, la percepción mayoritaria de la población fue que sus acciones serían guiadas por una visión estadista, dejando de lado intereses políticos. Es ahora, Señor Presidente, cuando tiene que demostrar a los ecuatorianos que le confiaron su voto, que no se equivocaron y que verdaderamente le interesa el bienestar del país.
Ahora bien, ¿Qué decir del Legislativo? Muchos asambleístas buscan en la política su “profesión” cuando se trata de una actividad transitoria de servicio. Un concepto que no logra interiorizarse en nuestra clase política, que busca conservar un cargo y sueldo justificando su trabajo con exhortos cuando hay un porcentaje importante de compatriotas que viven con menos de 1 dólar al día. Sin duda, hay también buenos representantes, pero chocando, a diario, con politiquería y mediocridad. En sesiones del pleno de la Asamblea Nacional, hay Asambleístas que se conectan desde el carro y sin cámara; estamos a nada de ver a alguno en calzoncillos. Estos personajes no guardan el mínimo respeto por sus mandantes ni por el país. Al final del día, con la justicia selectiva y su inmunidad parlamentaria, nada les importa. Señores Asambleístas, ¿Qué han hecho por generar empleo? ¿Qué han logrado para tener un país más seguro?
Por lo anterior, el futuro de esta relación se ve muy complicado. Por ahora, las partes han optado por fingir una “reconciliación”, abrir una nueva mesa de diálogo y buscar dar la vuelta a la página. A la larga, esta falsa calma solo dará algo más de oxígeno y tiempo para buscar recomponer algo que inició roto pero que resultará, sin duda, terminando de romperse tarde o temprano. Los objetivos y la visión de un mejor país no están alineados entre Ejecutivo y Legislativo y los verdaderos mandantes tendremos que seguir soportando este circo hasta que alguno de los dos tome el riesgo de poner al país como prioridad, dejar de lado los cálculos políticos y verdaderamente terminar esta relación, aprovechando que sobran las causales.