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El Telégrafo

Disparate

30 de agosto de 2011

Resulta disparate un diálogo entre dos que no hablan de lo mismo. Rubén Darío Buitrón diseña sus preguntas desde Ecuador, opinando desde ese contexto; Martín Caparrós contesta desde Argentina y sus especificidades. El segundo, el entrevistado, quizá no sepa que existe un deliberado plan que pretende confundir las cosas, como si diera lo mismo, a ver si se saca algo a río revuelto.

Llevarlo de la mano, hacerlo transitar por los vericuetos de sus propios miedos hasta arrastrarlo al abismo de sus prejuicios, ese parece el diseño de un encuentro que no luce transparente.

Lo leía y resultaba difícil digerirlo. Caparrós con tanta experiencia podía ser citado para intentar someterlo a ese juego. No se logró el objetivo porque el hombre hizo todas las puntualizaciones posibles, siempre advirtiendo que él hablaba desde la Argentina, desde los Kirchner, desde El Clarín, desde el tango y la milonga.

El otro nunca cita al Ecuador, a Correa, El Comercio, habla vagamente, sin precisiones, apelando a lugares comunes, a esas verdades construidas desde unas salas de redacciones que se han arrogado para sí, desde la desaparición de la partidocracia, el bien común, la democracia, la justicia. Son ellos los medios independientes, a pesar de la enorme dependencia al lucro de sus propietarios, y que han levantado una serie de sociedades que claman por unas libertades pequeñitas, acotadas a sus juegos del poder.

Medios oficiales y medios independientes, esa es la supuesta contradicción de la hora actual. Ellos, los independientes, auparon las perversas formas que el neoliberalismo diseñó para hacerse de casi toda la renta nacional y así menoscabar las libertades y derechos vitales: estudio, salud, asistencia social. Fue la hora del contubernio de poderes, cuando opinar no era conveniente y la fría, lacónica información se impuso: “Otro día más de feriado bancario”, solo así se presentaba el atraco que sufrimos a finales del siglo XX.

Los que estamos vinculados a los medios públicos no cantamos victoria, no decimos que todo está hecho, todo lo contrario, en esta corta andadura se aprende todos los días, sobre todo a deconstruir las mañas y defectos tomados de los medios comerciales. No había otro camino, no teníamos, no tenemos aún escuela de medios públicos.

Sabemos que el perverso estigma gobiernista nos perseguirá, así de pequeña ha sido la respuesta de los medios “independientes” frente a este otro relato, el público, que interpela, sobre todo, esa unívoca forma de ver a un país tan abigarrado.

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