¡Qué expresión tan bonita cuando alguien nos desea lo mejor! tal como Dios lo desea para nosotros. Pero, ¿qué quiere Dios? Para entender correctamente lo que quiere Dios tenemos que mirar y escuchar a Jesús.
Me llama la atención en la vida de Jesús que él no vino a decirnos tanto quién es Dios sino cómo actúa Dios y qué espera de nosotros. Pienso que nos metemos en un callejón sin salida cuando decimos “Jesús nos salva”, sin descubrir primero que Jesús vino a enseñarnos un camino de salvación que es la construcción del Reino. Jesús vino a decirnos cómo salvarnos. Esta salvación pasa por la entrada en el proyecto del Reino: que “venga tu Reino”. Eso fue el eje principal de la misión de Jesús: inaugurar el Reino de Dios e invitarnos a entrar en él por una nueva manera de vivir. Nos salvamos por estar construyendo el Reino.
Otra característica de la personalidad de Jesús siempre me llamó mucho la atención. Para Juan Bautista, el problema de la gente de su tiempo era el pecado; por eso pedía que se confiese y, como compromiso a cambiar sus maneras de vivir, se bautice. Para Jesús, el mayor problema de sus paisanos no era el pecado, sino el sufrimiento. Vio Jesús el sufrimiento como la situación humana más contraria a la voluntad de Dios y al establecimiento de su Reino.
Entonces Jesús se pasó la vida a aliviar el sufrimiento de todas y todos los que se cruzaban por su camino. De allí sus curaciones, sus expulsiones de demonios y sus milagros.
Se negó Jesús a presentar a Dios como aquel que castiga por los pecados cometidos. Al paralítico curado, afirma categóricamente que su enfermedad no viene de sus pecados ni de los de su familia. Por eso Jesús promovió un Reino como nueva manera de vivir, es decir un conjunto de nuevas relaciones con uno mismo, con los demás, con la naturaleza y con Dios.
Si nos limitamos a luchar contra los pecados, haremos del cristianismo una moral de lo permitido y de lo defendido, haremos de Dios un castigador horroroso y no tendremos tiempo, como los judíos de su tiempo, para entrar en el camino del Reino abierto por Jesús, es decir en la lucha, como él, contra todos los sufrimientos que destruyen o detienen a las personas y los pueblos en su dignidad, su libertad y su conformación como comunidades y naciones donde la fraternidad y la justicia sean realidad.
“¡Dios nos bendiga!” para que construyamos este Reino en nuestra realidad ecuatoriana, junto con las y los que ya están en esta “bendición de Dios”.