El primer año de gobierno del presidente Moreno fue un período clave para apartarse del régimen anterior, incluso entrar en conflicto con él porque, ciertamente, no había forma de no hacerlo si se querían democratizar las instituciones y la sociedad.
Quizás fue la consulta el clímax de esta intención democratizadora, y es el accionar del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social la cara más visible de este intento, que está rindiendo sus frutos por las evaluaciones sucesivas y sistemáticas de las instancias sujetas a su control.
Hoy vivimos otra etapa, en este segundo año hay un fuerte énfasis en lo económico; la designación de nuevo ministro de Economía y la Ley de Fomento Productivo son muestras de ello. El tema es que designar ministro a un representante de las Cámaras no fue la decisión más feliz del régimen, poner al gato de despensero no es buena idea porque marcharán juntos ratón y queso.
La Ley de Fomento Productivo, que fue aprobada por la Asamblea, contempla una remisión tributaria a grandes grupos económicos que no se compadecen con los supuestos empleos que dicen generará la misma. Los correístas se rasgan las vestiduras, pero no hay que olvidar que en 2015 ya se aprobó una remisión y no llegó el tan anhelado incremento en el empleo.
¿Será que Moreno ha entregado al ala de la izquierda lo político, mientras deja a la derecha el accionar económico? ¿Será que el morenismo se está convirtiendo en el dios Jano, de dos caras, que quiere contentar a tirios y troyanos? Se demanda coherencia, pero debe darse por ambos bandos: no se puede ser condescendiente ni con el correísmo ni con la derecha, ambos en su momento han sido catastróficos para el país.
Cualquier estudioso, medianamente informado, sabe que los saldos que dejó el neoliberalismo en América Latina y en Ecuador fueron nefastos. Tampoco se puede condescender con el correísmo porque fue no solo autoritarismo sino, además, porque ellos otorgaron demasiadas canonjías a los grandes grupos económicos.
Volver por la coherencia permitirá no confundir a la ciudadanía, se trata de ir por los intereses de los grupos verdaderamente desprotegidos. Esto no quiere decir dejar de dialogar o no tomar en cuenta a los empresarios, que sin duda tienen un rol en este sistema; pero hay que estar claros -sobre todo dentro del equipo económico del Gobierno- que no ganó, en las pasadas elecciones, el proyecto neoliberal del señor Lasso. (O)