El delito campea y la impunidad se ha normalizado dentro de la afligida democracia ecuatoriana, estamos frente a una vorágine de acusaciones y ataques, una avalancha de trampas que configuran un fraude electoral flagrante, ahora con tecnología incluida, enfrentamos a corruptos y corruptores en todos los niveles.
Asistimos todos los días, sin pestañear, a una gran variedad de delitos, desde leves y graves, hasta muy graves y gravísimos -y lo que es peor y más peligroso todavía- en medio de la impunidad normalizada, a causa , por un lado de intereses inconfesables y por otro, de la pusilánime actitud de autoridades y operadores de justicia que no encuentran y/o no quieren o pueden encontrar, la manera de salir de la espiral de salvaje violencia y caos institucional a los que nos vemos tristemente sometidos. No podemos continuar con las instituciones en medio de allanamientos y dimes y diretes que solo nos dejan controladores sin control y alguaciles alguacilados.
El Estado, por efectos de la norma suprema, tiene que garantizar el orden y el cumplimiento de la ley, parece una verdad de perogrullo, pero lo dicho tiene que asimilarse, aunque sea cansino, por repetición y martilleo, no hay otra alternativa.
En cuanto a la crisis emergente que nos agobia, no se trata de entrar en la guerra contra la inseguridad y la delincuencia organizada con los ojos cerrados y disparando bala a mansalva, a diestra y siniestra, tampoco se puede implementar, como únicas y simplonas soluciones, inhibidores de señal y comunicación en los recintos carcelarios. Se trata de entender el problema desde un plano integral, interconectado, conexo y consciente de que todo efecto tiene su causa, lo cual estratégicamente desemboca en la certeza de que, las calamidades se deben combatir también desde la perspectiva de la prevención a corto, mediano y largo plazo, con énfasis en la neutralización inmediata en el presente, es decir, caminar y silbar al mismo tiempo.
La crisis económica, la insalubridad y desnutrición infantil, el desempleo y exclusión social, el déficit educacional y la carencia de políticas permanentes que trasciendan los nombres, los partidos, organizaciones y gobiernos, son una imperiosa necesidad, además de ser la única forma conocida de lograr ver la luz al final del túnel.
De la misma forma la lucha contra la corrupción en el sector público, tiene como aristas olvidadas, las acciones de prevención y seguimiento de gestión, nadie se ha preocupado de prevenir, todo el mundo está ocupado en lamentar, buscar culpables es la norma rutinaria, pero generar inocentes de manera transparente es la verdadera cuestión, de eso ni media palabra.
Quien venga tiene la obligación moral de sentar las bases, aprovechar lo rescatable y poner en marcha políticas de Estado que impidan inaugurar y re inaugurar, cada cuatro años, ciudades y al país entero, con los consabidos retrasos de crecimiento y desarrollo.
Quien ostente las credenciales para transformarse en el agente de cambio que el Ecuador necesita, debe irrumpir con aire fresco y disruptivo, dejando a un lado la confrontación de la vieja política con el súper válido argumento de no ser ANTI sino más bien PRO, pero indudablemente debe exhibir dos hojas fundamentales para llegar a Carondelet, una de vida limpia y otra de ruta clara.
Al inicio de este segundo tramo de campaña presidencial, los candidatos le deberán contar al Ecuador, ineludiblemente en estos días, quiénes conformarán el equipo de gobierno, ahí estará el kid del asunto, porque aquello de “dime con quién andas y te diré quién eres”, es lo que le ayudará al pueblo a decidir desde la memoria y el presente.
Por supuesto que en otro contexto, pero con igual figura, seguimos la idea del filósofo alemán Theodor Adorno: “…es necesario pensar de manera que Auschwitz no se repita…” sin duda se refería a la barbarie y el peligro de la repetición.