HISTORIAS DE LA VIDA Y DEL AJEDREZ
Díez: El guerrillero más empecinado
14 de julio de 2016Hay pueblos agradecidos. En Castrillo del Duero, España, doscientos años después de su martirio, recuerdan a un guerrillero que fue pesadilla de los franceses a inicios del siglo XIX.
Cuando Napoleón invadió a España, depuso al rey y sentó en el sillón imperial a su hermano José Bonaparte. Pero estalló la resistencia. Un simple campesino llamado Juan Martín Díez, se alzó en armas contra los franceses y desde entonces no dio tregua. Interceptó y atacó convoyes, detuvo mensajeros, y secuestró soldados a los que liberaba después de dejarlos descalzos.
Tras varias batallas, Díez fue tan reconocido por sus victorias, que el ejército español lo premió con 5.000 pesetas. Con ese dinero, Díez compró armas, caballos y monturas, y aglutinó a diez mil guerrilleros para combatir a las fuerzas napoleónicas. Como venganza, Bonaparte apresó a la madre del guerrillero y le exigió rendirse para no matarla. “Hacedlo. Ya están listas las sogas para los centenares de prisioneros franceses a quienes hasta ahora les hemos respetado la vida.”, respondió el guerrillero. Enseguida la madre anciana recobró la libertad.
Bonaparte pidió a su más poderoso general asumir el mando de la lucha. Era nada más ni nada menos que el padre de Victor Hugo, el novelista. Aceptó y prometió llevar ante el Rey , “vivo y amarrado al bravucón”. Después de estar en combates, supo que los guerrilleros están en todas partes y en ninguna. Que golpean, se esconden, atacan y luego no están, disparan, se esfuman, vuelven a aparecer, atacan otra vez, se hacen invisibles y vuelven a golpear.
Con la ausencia del Rey español, hubo una nueva constitución de avanzada para la época, que Díez apoyó. Pero tras la derrota de Napoleón, el rey regresó y le ofreció a Díez título nobiliario y un millón de reales a cambio de rechazar la Constitución y recibir su apoyo.
El guerrillero se negó, fue condenado al destierro por el Rey, y tras confusos incidentes fue apresado. Llevado a la horca, con su fuerza inmensa rompió las cadenas, se lanzó contra sus enemigos y arrebató una espada. Cundió el pánico entre sacerdotes y verdugos, logró atacar a varios, pero fue sometido y despedazado por cientos de golpes de bayoneta y, ya muerto, fue ahorcado para cumplir la sentencia.
Díez venía de un lugar famoso por las “pecinas”, arroyos de aguas negruzcas. A sus habitantes los llamaban los “pecinados” y la defensa de Díez por la libertad fue tan tenaz, que su apodo se convirtió en la palabra que hoy conocemos: “empecinado”: aquel que nunca se da por vencido.
En ajedrez, como en la vida, nunca se puede abandonar la lucha:
1: Cf6+, Re7 2: Cg8 +, Re8 3 : Dh5 mate