El ambiente preelectoral se muestra visible en el país a través de diálogos y acercamientos partidarios. Algo así como la antesala de lo que será la nueva convocatoria a las urnas en 2017. Los demiurgos de la política rondan las mesas de negociación para concretar potenciales convergencias. No es ninguna novedad que la ambición de ciertos actores conlleve a alumbrar coincidencias, aunque su génesis dista de similitudes posibles.
¿Acaso tiene lógica la empatía alcanzada últimamente entre Pachakutik y grupos de la derecha bancaria? Tal situación aborda la problemática conceptual por la que transita nuestra política criolla, ya que es incomprensible entender que polos opuestos traten de alcanzar acuerdos puntuales. Es -por decir lo menos- inentendible que las antípodas de la práctica política se junten en aras de alcanzar el bienestar común, por la sencilla razón de que la oligarquía siempre ha mirado con menosprecio al pueblo desde el retrovisor de la historia. Por ello, resulta paradójico que segmentos de la dirigencia indígena -en franca división interna- se sienten a “conversar” con la rancia burguesía nacional.
Son tiempos aciagos para las ideologías, sin duda. Y eso es lo que preocupa, la falta de pedagogía política por parte de los partidos y sus portavoces a la población. Pero, además, la carencia de sensatez ante el pensamiento predicado. En ese entramado, queda la impresión de que hay sujetos políticos que desean pescar a río revuelto, en menoscabo de la acepción del servicio público.
¿De qué consenso se puede hablar entre el movimiento del arco iris y Sociedad Patriótica, tras los acontecimientos que desembocaron en el fracaso gutierrista en 2005? ¿Cuáles son los verdaderos intereses que giran en torno a estas citas entre el agua y el aceite de nuestra política? ¿Queda espacio para la sindéresis del ideario promulgado por estos afanosos ‘salvadores de la patria’?
El influjo mediático reproduce en todo su fulgor aquella foto para el recuerdo -o mejor para el olvido- en donde seudomarxistas se entrelazan en abrazos con los facinerosos defensores de sus patrimonios particulares, en donde sujetos enmascarados de socialdemócratas le rinden pleitesía al heredero mayor del socialcristianismo. Es un abierto espacio en donde todos(as) se entremezclan sin importar sus orígenes doctrinarios. Lo que sustenta esta reunión de voluntades efímeras es el contrataque a la propuesta correísta, el odio visceral por un proyecto de transformación social, la ansiedad por retornar a las fauces del omnímodo poder perdido desde 2006. Que la derecha se congregue para diseñar (o cabría decir conspirar) estrategias en el tablero político con la anuencia de la prensa ‘independiente’ no es algo que extrañe. Pero que en esa conjunción aparezcan figuras que anteriormente propugnaron tesis análogas a la Revolución Ciudadana resulta por demás vergonzante.
No cabe ahondar en interpretaciones para dimensionar a simple vista las mezquindades que reinan en el accionar de una vocería política decadente, sin propuestas innovadoras, tan solo con un discurso repetido y malgastado, que advierte las recurrentes limitaciones que posee nuestro sistema de partidos. (O)