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El Telégrafo
Ilitch Verduga Vélez

Día oscuro para la humanidad

08 de abril de 2016

El pasado lunes, 4 de abril de 2016, se dio un hecho que pasará a los anales de la infamia, como de los más viles e indignos, para los ideales de los DD.HH. y reitera  los graves riesgos de violación a los que se encuentran sometidos en la segunda modernidad. El incoar deportaciones masivas de refugiados del subdesarrollo y de la guerra, sinónimos de hambre y de muerte que han iniciado en ese día, desde Grecia con rumbo a territorio turco, es la fórmula eficaz e inhumana encontrada por dirigentes europeos, para salvar sus responsabilidades solidarias con el planeta y evitar la presión electoral que supone el avance de la extrema derecha, en su seno, olvidándose de las tragedias que generaron guerras pasadas, cuyas consecuencias fueron el desarrollo de sus propias diásporas. Estudios serios nos aseguran que el continente con la mayor cantidad de emigrantes en el devenir del orbe ha sido precisamente los provenientes de la vieja Europa, en diferentes épocas.

El accionar despreciable que observamos impávidos, durante casi un año, para impedir los flujos migratorios de poblaciones que huyen de la muerte empezó con inhumanos procedimientos e impedimentos ilegales para la movilidad de seres humanos, y crueles  exacciones para  exiliados en suelo europeo, negándoles las expectativas de llegar a lugares presuntos de acogida. Hoy eclosiona con la expulsión masiva de aquellos emigrados, nativos de África y Medio Oriente que, escapados de conflictos bélicos de alta intensidad existentes en sus países -y no provocados por ellos-, van en busca de paz y trabajo, abandonando lares y querencias, arriesgando sus vidas y las de sus familias en ese éxodo doloroso con visos de desastre social, tras la búsqueda de la entelequia europea. Ahora ante la indiferencia del mundo se ejecuta un acuerdo violatorio de la Carta de ONU, entre la UE y Turquía para que sean expulsados desde el Viejo Continente hacia una nación lamentablemente morosa en el respeto de derechos y garantías a las minorías. Que con esta acción negoció con Europa y logró ventajas financieras y políticas anheladas por años.

Las razones que esgrimen los gobiernos de la Europa poderosa y rica para rechazar a migrantes y familias con mujeres, niños de por medio, son realmente peregrinas, hasta insólitas, no conquistan  a nadie, excepto a aquellos que quieren retornar a los viejos sueños de la exclusión signada en la frase “Europa termina en los Pirineos”. Los antiguos adalides del europeísmo de esa sociedad del bienestar incluyente, cuyos principios habrá que buscarlos en las notas de Olaf Palme, con certeza, si vivieran, sentirían la vergüenza de constatar cómo sus pares han puesto a sus conglomerados muy cerca de las cavernas nazifascistas y en actitud nada respetable para su propia cultura a la que tendrán que responder, ya que nadie podrá exculparlos de los guarismos trágicos que ya existen y los que vendrán. Y que analistas internacionales los fijan así: Cientos de miles de desplazados, morando entre el lodo y el frío, frente a fronteras cercadas con alambres de púas. Cerca de tres mil muertos ahogados en la travesía del mar Egeo. Cientos de mujeres mancilladas por guardias y policías sin escrúpulos. Más de diez mil niños perdidos o en manos de traficantes de personas para ser vendidos o esclavizados para mendigar. El reino de la injusticia y de las carencias, compartiendo el lujo y el boato de  la abundancia, en un conocido fondo de inconciencia, de vacío individualista de unos cuantos, que hacen que las palabras grabadas en fuego ‘libertad, igualdad y fraternidad’ se escapen por los caños de la historia. (O)

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