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El Telégrafo
José Velásquez

El Día de Acción de Gracias

23 de noviembre de 2020

Podrán decir lo que quieran: que es una fiesta forastera o que es una fecha en el calendario del consumismo. Pero si hay un momento para agachar la cabeza y reflexionar sobre las cosas que aún nos quedan, es este.

El origen de la celebración, que en Estados Unidos ocurre en noviembre y en Canadá en octubre, nos remonta a un puñado de migrantes europeos del siglo 17 y su primera victoria sobre el hambre y el frío invernal en este lado del Atlántico. Muchos de los peregrinos que llegaron a Nueva Inglaterra en 1620 murieron enfermos o por falta de comida, y fueron los nativos quienes les ayudaron a adaptarse y les enseñaron qué plantar y cazar. En la primavera de 1621 los migrantes sembraron, y al inicio del otoño por fin lograron cosechar. El Día de Acción de Gracias es la culminación de una gesta de supervivencia y adaptación a una realidad inhóspita, ajena y demoledora.

Exactamente cuatro siglos después aquí seguimos, resistiendo mientras esperamos a que amanezcan días más abrigados. El 2020 ha sido ese invierno cruento, pero si el 2021 resulta ser un poco más generoso con nosotros tendremos la oportunidad de inventariar alguna cosecha y empezar a recuperarnos.

Quizás celebrar resulte contradictorio cuando la muerte acecha o cuando el encierro nos ha arrebatado las oportunidades que tanto procuramos. Llegado el momento hay que hacer que las cicatrices se conviertan en músculo.

Mientras tanto, la meta es mantenernos alerta porque en la oscuridad de la pandemia nos querrán arrebatar todo, desde las medicinas hasta la dolarización. Esa gente que abre la boca sin escrúpulos para escupir leyendas y enredarnos en sus mentiras. Los hay en el norte y en el sur: unos se aferran al poder mientras laceran la institucionalidad, y otros ambicionan heredar coronas auspiciados por sus delirios feudales.

Ojalá llegado el momento podamos dar gracias por haber aprendido a ser menos ingenuos y más proactivos. Que el drama y las obsesiones del mundo virtual hagan una tregua de sensatez frente al desangre de la tragedia real. Que aterricemos calzando la medida que nos plantea la circunstancia y que sepamos dar ejemplo priorizando los temas urgentes y vitales. Que maduremos por fin.

En estos 15 años que sumo en Estados Unidos (entre idas y venidas) Acción de Gracias logró justificar su significado en mí porque cada tropiezo y caída llegaba siempre con el empuje necesario para levantarme. Este jueves 26 lo celebraré en soledad, porque entiendo que la razón debe ir por delante de los afectos para precautelar la integridad de todos. Y afortunadamente así lo harán millones de personas en este país. No me sentaré en una mesa llena ni me estrecharán abrazos, pero cuando salga a correr esa mañana para respirar la simplicidad de la vida seguramente avanzaré agradecido porque los seres que amo están sanos y porque algún día, cuando todo esto pase, tal vez tengamos una sociedad más reflexiva, involucrada y resiliente.

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