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El Telégrafo
Guido Calderón

Devaluaciones y turismo

30 de agosto de 2015

En mis recurrentes viajes a las ferias de turismo de Brasil, cada vez que obligadamente cambio dólares en este país, que es de los pocos que no reciben los billetes verdes, cada año recibo más reales al cambio. El último almuerzo que ingiero en el aeropuerto de Sao Paulo antes de venir a Ecuador, costaba hace 5 años 15 reales, hace 2 años subió 20 y en noviembre de 2014 pagué 30 reales lo que siempre para mí significó 10 dólares, es decir no gané con las sucesivas devaluaciones porque la inflación duplicó los precios. Sin embargo, para una amiga brasilera que siempre me acompaña en el retorno para tomar un vuelo interno, el costo ya se le hace impagable en su moneda nacional y no para de quejarse y hasta maldecir al Gobierno por las constantes devaluaciones que le restan capacidad adquisitiva a toda la población, excepto -claro está- al pequeño segmento de los exportadores. Pequeño en relación a los 200 millones de brasileros.

La primera vez que desembarqué en Caracas me indicaron que debía cambiar mi dinero en las oficinas estatales para tal efecto y recibí 6,5 bolívares por cada dólar. Al momento de pagar por una arepa rellena de carne que equivalía al almuerzo en un sitio muy modesto, cancelé 70 bolívares, el equivalente a casi 11 dólares. Me pareció caro, y más cuando recordaba que en mi país, con 2 a 3 dólares se compra un almuerzo ‘ejecutivo’. En la siguiente visita me olvidé de hacer el cambio a precio oficial y el taxista me dio 70 bolívares por dólar. La misma popular arepa había duplicado su precio, pero esta vez el almuerzo para mí no superó los 2 dólares. Me emocioné y fui a un shopping a comprar tecnología, pero ahí me enteré que esta corre más rápido que devaluación e inflación juntas y un iPad que aquí costaba 750 dólares allá no bajaba de los 2.500 dólares. Pedí explicaciones y me dijeron que al costo del aparato también le sumaban la dificultad de conseguir divisas. Pasó una anécdota. Estaba  acompañado de un grupo de 10 venezolanos, luego de alimentarnos con comida típica, saqué un fajito de 100 dólares con billetes de 5 y 10 y me puse a contarlos con la intención de pagar la cuenta. Ese rato saltaron dos de mis acompañantes y taparon el dinero. -¿Estás loco, quieres que nos maten a todos? -Dijo uno de ellos que luego me explicó la ansiedad de las personas por ‘ahorrar’ en dólares que cada día suben de valor. Actualmente en la calle se está pagando casi 600 bolívares y los expertos hablan de que la hiperinflación volatilizó sueldos y salarios.

En enero invité a una buena amiga periodista de Colombia que venga a nuestro hermoso país y ofrecí correr aquí con todos sus gastos de transporte, alimentación y hospedaje a ella y una acompañante. Lo importante era devolver las atenciones que brindó en su tierra y que venga a conocer nuestro país, especialmente Baños y Puyo, que es donde vivo y trabajo. Al inicio, la emoción confirmaba su decisión de venir. Hace pocos días, cuando el dólar superó los 3.000 pesos colombianos, me escribió indicando que con pena descartaba mi invitación, pero que les era imposible costearse el vuelo Bogotá-Quito después de la última devaluación. (O)

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