En muchas ocasiones son los padres quienes empiezan a discriminar a sus hijos: “las niñas no juegan con carros”, “no llores como niñita”, “no seas amanerado”. Entonces te das cuenta de que si no quieres ser rechazado por tus compañeros también y ser objeto de sus burlas, debes estar en el clóset.
Eso hizo Diego Rivas mientras estuvo en el colegio. Diego tiene 21 años, estudia Comunicación Social en la Universidad Central y es miembro de la Red Interuniversitaria LGBTIQ+. Lleva una mochila con botones del arcoíris que dicen “el amor no tiene género”.
Cuando ingresó a la universidad decidió salir del clóset, asumir su orientación sexual y mostrarla públicamente porque para Diego “el conflicto más grande por el que tiene que pasar una persona LGBTI constituye la autoaceptación.
Esta autoaceptación pasa por valorarse; no por ser gay, sino por el simple hecho de ser persona, independientemente de la orientación sexual y comprender que no por ello hay que bajar la cabeza”. En la facultad a la que asiste Diego, los docentes no lo han discriminado; quienes sí lo han hecho son sus compañeros.
En ocasiones, cuando Diego camina por los predios universitarios, le gritan “maricón”. Él los enfrenta y les contesta “sí, soy maricón ¿y qué?”.
Ante estos hechos, la mayoría se intimida y es objeto de acoso, burla y discriminación. Por eso Diego cree que es imprescindible que las universidades implementen protocolos para apoyar y acompañar a los estudiantes LGBTI para que se desarrollen plenamente como personas y puedan enfrentar estas circunstancias adversas en otras etapas de sus vidas.
Estos protocolos deben incluir acompañamiento psicológico y asesoramiento jurídico y la creación de entes universitarios que sancionen los casos de discriminación de los que podrían ser objeto los estudiantes GLBTI.
La aprobación del matrimonio igualitario es un gran paso para esta comunidad, sin embargo, todavía la sociedad y el Estado están en deuda con ellos y el veto más grande sigue radicando en los paradigmas y prejuicios sociales. (O)