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El Telégrafo
Fausto Segovia

Reflexiones sobre la deuda eterna

02 de octubre de 2019

No existe una investigación integral sobre la historia de la deuda externa de Ecuador. Hay notas periodísticas, documentos incompletos y reseñas que harían llorar a la mayoría de los ecuatorianos.

La deuda externa de Ecuador data desde el período colonial y la independencia hasta nuestros días. Constituye un estigma para sus ciudadanos, quienes muy pocas veces o nunca recibieron una rendición de cuentas completa por parte de las autoridades que, a su tiempo, tomaron decisiones y comprometieron el bolsillo de los congéneres.

Calificada por algunos actores como deuda odiosa e ilegítima, estas obligaciones marcaron para siempre la política ecuatoriana. De moratoria en moratoria -no pago por falta de recursos-, Ecuador, desde 1830, se dedicó a pagar los intereses, mientras la deuda principal fue el nudo gordiano de todos los gobiernos; es decir, impagable.

Esta decisión es patética: el 14 de marzo de 1896, Eloy Alfaro, jefe supremo de la República, dispuso: “Suspéndase el pago de la deuda externa hasta que se obtenga un arreglo equitativo y honroso con los tenedores de bonos”.

Pero a inicios de la década del 70 el boom petrolero cambió la estructura económica del país y comenzó, paradójicamente, el endeudamiento agresivo. Para pagar las obligaciones del endeudamiento externo, el país debió acudir varias ocasiones a los organismos financieros internacionales, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

Un hecho histórico sucedió en 1976, cuando, en plena bonanza petrolera, y después de más de 160 años, Ecuador pagó la deuda inglesa que hizo posible la construcción del ferrocarril.

El denominado “dinero fresco” salvó a gobiernos y hundió la economía popular. En las graves crisis económicas -detonantes de las crisis políticas- la deuda externa ha estado omnipresente.

Y en este tráfago el país afrontó de todo: sucretización de la deuda privada que pagó el Estado; numerosas emisiones de bonos; dolarización, intercambios de deudas viejas por nuevas, nuevas cartas de intención y aplicación de recetas del FMI, que la convirtieron en deuda eterna. (O)

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