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El Telégrafo
César Montaño Galarza

La deuda con los jóvenes

24 de abril de 2022

Cabe de todo en las redes sociales, y a veces hasta nos sorprendemos con el nivel de debate que ocasionalmente allí se genera. Hace pocos días se instaló en ese espacio una discusión sobre la decisión que sobre todo los jóvenes necesitan tomar en un momento dado respecto a si dejar el país en busca de una nueva vida en el exterior toda vez que el Ecuador no les ofrecería garantías ni oportunidades para realizar sus sueños o, si deben quedarse para salvarlo.

Estudios realizados por distintas organizaciones en Argentina han develado en los últimos años que 8 de cada 10 jóvenes se iría del país si tuviera las condiciones para hacerlo -gente con capacidad de pensar a largo plazo-, porque no ven un horizonte de estabilidad con desarrollo efectivo en lo laboral y profesional. Un reportaje de la BBC sobre este fenómeno social titulaba: “La única salida es el aeropuerto”, para explicar el éxodo de jóvenes profesionales de ese mismo país a tierras lejanas. Pensaba qué pasaría si estudios parecidos se realizan en otros países de la región, incluido el nuestro, tal vez nos encontraríamos tristemente ante resultados similares.

Hasta que se conozca a fondo esta realidad en el Ecuador muchas interrogantes pueden plantearse alrededor del tema. ¿Qué estamos haciendo mal y qué estamos haciendo bien como país? ¿Funcionan sin corrupción y aceptablemente las instituciones, las leyes, la justicia, los poderes públicos, la educación, la empresa y demás organizaciones privadas? O, dicho de otra forma, ¿La eficiencia es la regla en las instituciones? ¿Las leyes son las adecuadas y se cumplen? ¿Hay justicia, es decir, los delincuentes reciben sanción y la cumplen o reina la impunidad? ¿Pagamos impuestos “justos” que nos benefician a todos? ¿Hay trabajo mancomunado entre autoridades para lograr objetivos nacionales? ¿Construimos una democracia en serio? ¿Estamos educando y formando a ciudadanos éticos que conducirán el Ecuador hacia el progreso? ¿El sector privado produce con calidad y genera empleo valorando justamente el aporte de los trabajadores?

Muchas veces emigrar significa obnubilarse por un espejismo, fracturar dolorosamente familias enteras, sufrir maltrato y discriminación en otras latitudes, perder la confianza en la clase dirigente, y renunciar forzosamente a seguir viviendo en la incertidumbre sobre el futuro. La emigración en estas circunstancias es una mala noticia, estaríamos expulsando -y perdiendo- grandes capacidades necesarias ahora mismo para recuperarnos y salir adelante, con un agravante, que muchos países de posible acogida también enfrentan crisis complejas, por lo que se enfocan especialmente en atender a sus propios ciudadanos.

Tenemos que hacer mejor las cosas, y saldar una enorme deuda con los jóvenes; se requieren decisiones y claridad de las autoridades de turno para de una vez por todas tomar el toro por los cuernos y transformar radicalmente la situación socioeconómica. Si esto no sucede la condena será terrible, ya no tendremos nunca más una isla de paz, sino una candente y peligrosa, empobrecida y atrasada. Así, pronto estará montado el escenario perfecto para opciones políticas que hacen del populismo el vehículo idóneo para tomar el poder, con todo el riesgo que esto representa. Entonces, más y más gente abandonará la tierra que le vio nacer, aventurará por días mejores, para jugar obligadamente una lotería que solo sonríe a pocos.

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