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El Telégrafo

Destete o simbiosis ideológica

01 de julio de 2011

En pasados días, en un diario porteño caracterizado  por su encarnizada  oposición al  presidente Correa, un columnista  obnubilado  por esa misma causa y bajo un titular de reminiscencias bobinas solventó  la idea -recurrentemente sostenida- de la ausencia de líderes en las filas  de la oposición partidista al régimen de la revolución ciudadana.

Empecinadamente y asumiendo una condición de fiscal y juez, el periodista en su escrito  impartió justicia y entregó su veredicto  sobre  los presuntos pequeños caudillos que corresponden a los protagonistas electorales  de los próximos años y  que  según él  pertenecen “a la misma generación política  de Rafael Correa”, afirmación  que  no sabemos si  la realiza con el peregrino pensamiento de  ligar  el talento político con  los  años de nacimiento  o porque en su  inconsciente quisiera deshacerse  de los viejos  patriarcas  de las  camarillas  partidarias  que muchas veces presumió  conocer muy bien.

Y así entonces  a: Vera, Martha Roldós, Páez, Villavicencio, Herrería, Montúfar,  Tibán, les endilga la única virtud, el esfuerzo de enfrentarse al  Gobierno Nacional, pero les encara  todos sus defectos y hasta pecados capitales como la vanidad y la pereza.

En el listado inquisidor menciona  a  colegas del oscuro oficio de la desinformación  y promete  entregar otros nombres de personajillos  anidados y fusionados en la insolente desfachatez  e inmoral negación de la asonada fascista  del 30 de septiembre de 2010.

Pero  realiza una poda  divertida de políticos como el alcalde de Guayaquil  o presuntos candidatos presidenciales como  Acosta,  Moncayo, Larrea o el marchista Pérez, que seguramente suman más feligresía  que todos los nombrados en su antojadiza lista.

Y aunque para  la  mayoría de sus lectores la comicidad evidente de querer plantear una suerte de unidad de una “manga “ de oportunistas y ambiciosos de todos los pelajes  suena a tarea  imposible, en cambio les ha  mostrado  la profunda debilidad de raciocinio  de quien  quiso y fracasó en su intento de ser el “gurú” de la política nacional.

Empero,  para otros el hecho editorial  produce una profunda tristeza y desazón, pues proclama una angustia existencial y política de proporciones generadora de derrotismo.

La quimera ambulatoria ostensible en los  acertijos electoreros, estampados en el artículo periodístico de marras,  implica un  estado confesional  penoso y preocupante.

Las turbias maniobras de la desestabilización de las nuevas instituciones del Estado nos demuestran hasta la saciedad que los opositores no son capaces de distinguir entre mediocridad e inteligencia, entre gallardía y mimetismo, entre la verdad y la falacia,  y entre el destete y la simbiosis ideológica.

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