Recibí de un amigo en Colombia un libro de un fraile alemán, Anselm Grün, titulado “Y después de la muerte, ¿qué? El arte de vivir y de morir”, editorial Sal Terrae, Santander, España, 2009.
Aunque solo he leído las treinta primeras páginas, ya me he formado una opinión, que comparto con mis lectores.
De entrada me desanimó que tenga un imprimátur del Obispo de Santander, porque me anticipa que no voy a encontrar nada nuevo a la luz de la ciencia contemporánea, que inquiete a la autoridad eclesiástica. En efecto están ausentes las reflexiones de la física cuántica y especialmente las de la psicología de la “consciousness”.
Aunque Grün escribe en 2009, se queda en Karl Gustav Jung (1875-1961), quien en 1934 escribió su ensayo “El alma y la muerte”, y anuncia que “en el presente libro me gustaría, por una parte, contar con la reflexión humana sobre la muerte tal como es llevada a cabo por la psicología y la filosofía y, por otra, hacer un uso consciente de las numerosas imágenes que nos brindan la Biblia y la Liturgia con vistas a mostrar qué es lo que nos aguarda en la muerte y en qué nos cabe esperar como cristianos”.
No ha debido pasar por alto la ciencia; al menos hubiera podido referirse a las tesis actuales sobre el tema, y hacer alguna reflexión crítica sin preocuparse por el imprimátur. Cómo ignorar lo que sostiene el físico y cosmólogo Stephen Hawking, quien niega que pueda existir un dios. O ignorar la ciencia psicológica contemporánea de un Koch, que niega la existencia de un alma inmortal. Dos pilares fundamentales para una reflexión seria sobre lo que viene después de la muerte, para unos, esperanza alimentada por la fe; para otros, desesperación o resignación ante la extinción física.
Pienso que primero hay que resolver este binomio Dios-alma inmortal, probando su realidad, respondiendo a la ciencia, si es que es posible hablar de ciencia y fe y no de ciencia o fe, antes de considerar las perspectivas de la filosofía, las imágenes bíblicas de la muerte y la vida eterna, los enunciados de la teología y de la liturgia.
Es esencial un examen que dilucide si solo existe lo que la ciencia pueda demostrar en un laboratorio, como si fuera omnisciente e inmune al error, o si existe también una meta-realidad con dimensiones desconocidas (Hoy se habla de 12 dimensiones del universo).
¿Habrá lugar o no para una Revelación que explique el origen divino del más ilustre de los mortales, Jesucristo, cuya resurrección es la base del cristianismo? San Pablo proclamaba: “Si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe”.