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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

Después de la consulta

28 de diciembre de 2017

La consulta popular que se aproxima causaría dos efectos: el primero, más obvio, el pronunciamiento de los ciudadanos respecto de siete preguntas de distintos temas aparentemente inconexos, de tipo penal, político, institucional y económico. El segundo, subyacente, generaría mayor complejidad y tensión debido a la fragmentación formalizada de decenas de microfuerzas, buena parte de las cuales, una vez determinado el triunfo del Sí, pedirían cuota de poder como correspondencia al apoyo a la consulta.

Algún profesor advirtió alguna vez la diferencia entre fracción o parte de una clase social; y facción, como brazo político con cierta autonomía de acción. En la historia republicana de Ecuador, ha sido evidente el fraccionalismo de los grupos dominantes y la proliferación de decenas de facciones. Salvo momentos excepcionales, en los que la mayoría de las facciones se han unido guiadas por un líder bajo una causa nacional, a lo largo de la historia la característica predominante ha sido la fragmentación de las fuerzas, debido al regionalismo, al corporativismo y a la estructura económica, que han determinado singularidades en las relaciones de poder en Ecuador.

Tras el anuncio de la consulta popular, se han inscrito no menos de 56 organizaciones, casi todas para realizar campaña por el Sí; solo tres por el No. La coincidencia por el Sí de más del 96% de las organizaciones, gremios y partidos, revelaría, según la simple lógica, que constituyen todas, un solo gran grupo político unido por una misma ideología y fines, y en ese contexto no se explicaría su división. Sin embargo, el hecho concreto muestra que en realidad cada grupo tiene propósitos concretos, objetivos específicos de poder e incluso económicos. Nunca antes las cámaras, empresarios, habrían participado directamente en una campaña política.

Si la interpretación y la inferencia es correcta, significaría que después de la consulta, en caso de que esta gane, se producirá un forcejeo complejo para responder a los objetivos de cada fracción y facción, varias de las cuales perseguirán espacios institucionales de poder, mientras otras presionarían para que se realicen modificaciones a leyes que cambien aspectos sustanciales de la economía y los derechos. Como el abanico de aspiraciones será complejo y contradictorio, lograr la gobernabilidad y aun un equilibrio relativo será difícil. Todo parece indicar que el período de campaña no será el más tenso, sino el tiempo político posconsulta. (O)

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