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El Telégrafo

Desperdicio de talentos e inseguridades (II)

30 de abril de 2011

Existen aspectos del desperdicio de talentos que nos atrasan cientos de  años  y que prácticamente ahondan los abismos que nos separan de otros países que se encuentran a la vanguardia de la humanidad.

 

Si un talentoso se destaca en el deporte, la educación, el trabajo o la investigación científica, sus resultados pueden ser más que 2, 100, 1.000, 100.000 o millones de mediocres juntos. La responsabilidad más importante del Estado es detectar, proteger y educar a los talentosos y superdotados, en especial los de escasos recursos económicos.

 

Es urgente establecer un sistema nacional de detección precoz y educación de los niños y niñas talentosos y superdotados, desde los primeros meses de vida hasta los tres años, para que reciban ayuda económica, alimentación, atención médica y estimulación precoz adecuada.  En caso contrario seguiremos ignorando los talentos que se destruyeron, murieron y la sociedad nunca sabrá que existieron.

 

En todos los cantones del país deben existir escuelas  de talentos desde los tres años, incluyendo a los niños, adolescentes y jóvenes, con los mejores especialistas de la comunidad en los aspectos deportivos, artísticos y científicos, en caso contrario  seguiremos siendo semillas sin frutos.

 

Una eterna deuda impagable es el sistema penitenciario, que de escuela y doctorado del crimen, todos los presos deberían estar aprendiendo y perfeccionándose en un trabajo  útil. A las personas talentosas o no que el sistema educativo  excluyó se les debe descubrir su estrategia de aprendizaje específica para que aprendan un trabajo digno, en caso contrario se perpetuará el círculo vicioso de la delincuencia.

 

Mientras sigamos siendo una sociedad preindustrial, corporativista, burocrática, con una universidad napoleónica, que privilegia en una escala de salarios más al tiempo de trabajo, que el estudio, la  investigación y el conocimiento, seguiremos teniendo resultados deficientes y mediocres en el trabajo, la vida personal y el país en su conjunto.

La verdadera riqueza de un país no es su naturaleza, sino el alto nivel de conocimientos y sabiduría de sus habitantes. No puede construirse un socialismo del siglo XXI en una sociedad de semianalfabetos, de vagos, vivos y mediocres, que quieren ganar siempre mucho más, haciendo lo menos posible. La educación de los talentos al servicio del buen vivir será de vida o muerte  en el futuro de la humanidad.

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