Desperdiciar el voto, si las encuestas ya nos dan al ganador. Ha sido una constante desde el retorno a la “democracia” hasta este momento, en el que estamos próximos a ejercer uno de nuestros derechos políticos.
El termómetro para medir la voluntad popular, que no es solo esa predisposición para consignar el voto por tal o cual candidato, sino que refleja también la desidia ciudadana frente a la clase política, la angustia por la vida misma de la patria, y otros ítems, está dado en lo que hoy conocemos como encuestas.
Y es que las encuestas deben servir para los actores del proceso político, pero en ningún caso deben ser dadas a conocer públicamente. Como consecuencia de la publicidad, es que nace aquello que hemos puesto de manifiesto en el título de esta columna. No estamos descubriendo nada nuevo, solo pretendemos evidenciar lo que en el día a día los ecuatorianos decimos cuando nos muestran determinadas encuestas. Si nos indican que existen dos o tres candidatos que están a la cabeza, entonces salta aquello de “no desperdiciar el voto”.
A lo mejor existen candidatos que no están en primera fila en las encuestas, pero que tienen una gran aceptación popular y se encuentran en ese universo de indecisos, pero desgraciadamente por eso de la publicidad de las encuestas, hace que sean descartados y solo queden en la papeleta electoral.
Se escucha decir “yo votaría por fulano de tal, por fulana de tal, pero que pena, el otro o la otra va a ganar las elecciones, eso dicen las encuestas, para que desperdiciar el voto”.
Las empresas encuestadoras deben seguir, crean fuentes de trabajo, orientan a los candidatos. No estamos en contra de su trabajo, pero en nombre de la democracia, no se puede aceptar la publicidad de su trabajo al tratarse de las elecciones.
Que la ecuatoriana y el ecuatoriano en el mañana, elija al que lo considere apto para representarlo, y no a aquel o aquella que un muestreo lo pone como el potencial representante de la voluntad popular.