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El Telégrafo
Xavier Guerrero Pérez

¿Desnaturalizamos y no nos asombramos?

13 de marzo de 2023

Me llamó profundamente la atención lo que me he enterado hace pocos días, en una conocida iglesia ubicada en la ciudad de Guayaquil, y que me lo comentaron cuando iba de un sitio a otro, en transporte público: “400 USD por un bautizo. Es una locura. ¿Quiénes no contamos con esa suma estamos condenados a no recibir el sacramento? ¿Quién puso esos precios? ¿Desde cuándo Dios cobra?”. Para evitar ampliar la cobertura del escándalo, le dije a aquella persona: “Que Dios perdone a aquel sacerdote”. En mi mente pensé: “¿Habrán sacerdotes que han desnaturalizado ‘lo divino’, convirtiéndolo en un mecanismo de generación de dinero, especulando con la tarifa que se les ocurre; y, de paso, ya ni nos asombra?”

Destiné espacio y tiempo para realizar una búsqueda no exhaustiva por Internet sobre el tema. Encontré varios datos muy interesantes que sirven para la reflexión:

1.En junio de 2010, la Arquidiócesis de Guayaquil (bajo la administración del Mons. Antonio Arregui) fijó ‘tasas de servicios’, una especie de homologación de valores para las 200 parroquias de la ciudad. La precisión del Arzobispo de ese entonces era de que esas tasas iban destinada, básicamente, para: a) evitar que existan iglesias con valores elevados; b) actuar en iglesias donde las personas presuntamente no colaboraban; y, c) cubrir ‘servicios administrativos’, como la inscripción, los cursos y los certificados.

Asimismo, desde la Vicaría de la ciudad de esa administración se aseveró que las ofrendas constituyen la contribución de la persona tanto para demostrar que se adora a Jesús, así como para ayudar a la Iglesia. En ese sentido, se dejó en claro que las personas no pagan por los sacramentos (bautismo o matrimonio, por citar) que buscan recibir, y subrayó que todo queda en la voluntad de la persona de cuánto brinde, monetariamente hablando.

2.En noviembre de 2014, el obispo de Roma, el Papa Francisco, radicalmente desaprobó la actitud de aquellos sacerdotes que provocan escándalo con su decisión en cuanto a establecer precios para administrar los sacramentos: “Cuántas veces entramos en una iglesia, aún hoy, y hemos visto la lista de los precios para el bautismo, la bendición, las intenciones para la misa. Y el pueblo se escandaliza”. Agregó que si la salvación es 100% gratis, la iglesia está impedida de volverse especuladora, y expresó: “Hay dos cosas que el pueblo de Dios no puede perdonar: un sacerdote apegado al dinero y un sacerdote que maltrate a la gente”.

¡Lapidario el Papa Francisco! Y absolutamente necesario. ¿Cuántos de ustedes conocen a sacerdotes que se niegan a bautizar a sus seres queridos, o a celebrar una misa de réquiem, por el simple hecho de que usted no cancela el valor respectivo (mal denominado ofrenda voluntaria; y no lo hace porque probablemente usted valore que ese dinero serviría más para alimentarse, más en estos tiempos de dificultades económicas en el mundo)? ¿Cuántos de ustedes conocen a sacerdotes que son amargados y que creen que tienen autoridad para denigrar, denostar y humillar a la persona que necesita auxilio espiritual y que acude en su ayuda? Yo alzo la mano. Rezo por ellos. Pero soy categórico: por su actitud, más de una persona es empujada a abandonar la Iglesia católica. No justifico su decisión, pero la respeto.

3.En julio de 2015, en el marco de la visita del Papa Francisco al Ecuador, el Diario El Telégrafo publicó un artículo titulado: “El matrimonio cuesta entre $50 y $400”. Entre otras cosas, se lee: “(…) hay unos sacramentos que se han vuelto un lujo. La iglesia no tiene una tarifa que unifique cuánto deben cobrar las parroquias por celebrarlos, pues eso depende de cada una (…) La Iglesia aclara que no se cobra por los sacramentos, pues no tienen un costo, son gratuitos. Sin embargo, todos tienen un valor fijo para esa ‘ofrenda voluntaria’, que debe cancelarse para poder separar un cupo y concretar la celebración del evento”.

En el referido artículo se recoge parte de las palabras del Papa Francisco: “Hoy tengo que hablarle a los sacerdotes, (…) hagan que se manifieste la gratuidad de Dios (…) Todos los días vuelvan, hagan ese camino de retorno hacia la gratuidad con que Dios los eligió. Ustedes no pagaron entrada para ingresar al seminario, para entrar a la vida religiosa (…)”.

El artículo finaliza puntualizando lo que recogió previamente de insumo: para el resto de sacramentos que no sean la bendición, la unción de los enfermos y la confesión, “(…) se paga por el servicio”.

4.En febrero de 2016, el Papa Francisco insiste en su posición: “no al cobro de sacramentos”. Él esgrimió: “La salvación ni tiene precio ni se puede pagar con dinero (…) No tiene precio participar en las celebraciones de la iglesia y por ninguna razón debería existir ambición económica por parte de los sacerdotes. Es un derecho para los cristianos y las puertas de la iglesia siempre deben estar abiertas y sin tarifas (…)”. Añadió que es intolerable que los sacramentos tengan un costo, dado que ellos son parte fundamental de la vida cristiana; y llamó a que se denuncie cuando se vea en una iglesia una lista de precios.

5.En mayo de 2016, un artículo de Diario Expreso titulado “El matrimonio en la iglesia no cuesta, la ofrenda sí (sic)”. El título lo dice todo. En el primer párrafo del mismo, se lee: “No, señor. Usted no paga el sacramento matrimonial. Es gratis. Lo que no es gratis es la ofrenda, que cuesta, que es ineludible, que incluso viene con precio marcado cuando se acerca a una iglesia a preguntar cuánto vale casarse (…)”.

En este artículo se recogió la versión de una persona de sexo femenino que solicitó el sacramento de matrimonio, quien dijo: “No se ve bien que cobren. Es incorrecto, porque aunque dicen que no lo hacen, que el rubro que se pide es para el mantenimiento, para los servicios básicos, etcétera, exageran. A mí, además, me tocó gastar para adornar la iglesia el día de mi boda”.

Aunque presiento que ya está dicho todo, se puede fortalecer aún más la voz de protesta -justa y necesaria- complementando de la siguiente manera: ¿Por qué la autoridad eclesial (entiéndase, el Obispo de la respectiva Diócesis) desoye la instrucción del Papa Francisco respecto a instruir a todas las iglesias a su cargo sobre los costos de los sacramentos, los cuales, tal como luce en ciertas iglesias, pareciera que están incluidos en las tasas de ‘servicios administrativos’, o las mal llamadas ‘ofrendas voluntarias’? ¿Desde cuándo un costo por mantenimiento (desde el servicio básico de la luz) debe ser asumido por una sola persona, dando a pensar que la persona debe asumirlo completamente?

¿Por qué la incorrectamente denominada ‘ofrenda voluntaria’ funciona ‘para lo más’ pero no ‘para lo menos’: si una persona desea dar más, bienvenido; si una persona está impedida de poder más (por su condición socioeconómica), se le dice: ‘Aquí esos son los valores; vaya a otra iglesia’? ¿Desde cuándo ciertos sacerdotes han desvirtuado su tarea de servir al pueblo y cambiado el saludo y la acogida a quien lo necesita, por la frase: ‘la inscripción al bautismo vale…’; ‘para el matrimonio eclesiástico es necesario dar la entrada “voluntaria” de tanto, y un día antes hay que dar tanto’? ¿En qué momento se decidió la perversa decisión de excluir, marginar y descartar a la persona que acude a una determinada iglesia para que se le administre un sacramento únicamente porque no cuenta con el dinero para cancelar los “servicios administrativos”? ¿Es un milagro que una persona con limitaciones económicas pueda recibir el sacramento del matrimonio en una iglesia donde la tasa por ese sacramento es costosa so pretexto de que es “grande e histórica”? ¡Y no nos asombramos!

A aquellos sacerdotes que piensan bajo la lógica de que es consustancial a los sacramentos los “servicios administrativos”, y las tasas cuyos valores rayan lo exorbitante, les pregunto: ¿Creen ustedes que Jesús haría lo mismo? De paso, supongo que dentro de las iglesias que aquellos sacerdotes administran, todo es austero: evitan llenarse de personal (sacristanes), se abstienen de crear cargos sin ningún sentido (y solamente para complacer a sus amistades), y se auto-imponen la prohibición del desperdicio y el gasto. ¿Es así, verdad? De lo contrario, sería un contrasentido humano y un sacrilegio a su propia vocación. No mienten al pueblo. Se mienten a ustedes mismos y a Dios. Una vez más: rezo por ustedes.

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