Hace unos días me invadió la tristeza al escuchar a un adolescente afirmar: “Me doy cuenta de que hay pocos adultos que se preocupan por los demás”. Descubrimiento cuán doloroso de alguien que dejaba de ser un niño y entraba en el mundo de los adultos, estrellándose en la pared del egoísmo adulto, dando razón a la aseveración: “El hombre es un lobo para el hombre”.
Y también, muchas veces, nosotros nos escandalizamos hipócritamente de la delincuencia y la violencia juveniles que sembramos nosotros por nuestra inconciencia culpable y nuestra corrupción descarada: denunciamos la paja en los ojos juveniles sin darnos cuenta de la viga que opaca nuestros propios ojos. Perversamente la televisión y los grandes medios de comunicación cultivan esta superficialidad generalizada y esta chismografía morbosa.
Y las iglesias se preocupan más del cielo que de la tierra, más de su poder que del servicio, más de sus privilegios que del compartir… mientras la injusticia que deberían combatir sigue campante y creciente. “Cosechamos lo que hemos sembrado”, y ahora la cosecha amenaza con destruirnos. ¿Tendremos la valentía de recapacitar, reconociendo nuestra responsabilidad y reorientando nuestras vidas personales y la sociedad construida a nuestra imagen y semejanza?
Todos los adultos que veía este joven desilusionado y golpeado por sus vidas mediocres seguramente son bautizados católicos o rebautizados evangélicos, testigos de Jehová, o sea constructores de una vida personal coherente con el Evangelio y de un mundo más fraterno, justo y solidario: ¡qué contra-testimonio! ¿Dónde encontrarán los jóvenes señales de una vida plena, de un amor abundante y de una libertad entregada al bien y al bien común? Hay que unirse para encontrar mejor estas señales, porque la fuerza de Dios, que es vida, amor y comunión, no deja de levantar mujeres y hombres nuevos para los ideales por los que existimos, lejos de maldad, la indiferencia y la complicidad.
Joven: ¡no te desanimes! Sí, hay católicos, evangélicos y personas de buena voluntad que viven lo que sueñas y que vivieron hasta el extremo, como Jesús, Buda, Mahoma, Krishna, Gandhi, Luther King y cuantos y cuantas más: “¡Levántate y anda” y “deja que los muertos entierren a sus muertos”! Tú sigues un camino de altura, hecho de dignidad y de entrega, pues la misma vida sabrá devolverte cien veces más ya en este mundo. No será un camino de rosas, pero sí una vida de luz y de luchas placenteras, donde no hay marcha atrás.