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El Telégrafo
Ramiro Canelos

Desigualdades y agenda política

04 de noviembre de 2021

Las desigualdades sociales están relacionadas con la pobreza y otros factores que inciden y condicionan los procesos de desarrollo (productividad, escolaridad, salubridad, etc.). Ecuador es un país inmensamente desigual inserto en una región considerada la más desigual del planeta.

Causa y consecuencia del fracaso del sistema político, la desigualdad se manifiesta en la inestabilidad del sistema económico que a su vez refuerza y contribuye a aumentarla, provocando una persistente ampliación de las brechas sociales. De allí que nada es más pertinente que buscar respuesta a estas preguntas: ¿Cómo reducir las enormes desigualdades sociales y económicas? ¿Cuál es el rol que las instituciones privadas y del Estado deben desempeñar para que estas brechas disminuyan?

Durante una década previa a la pandemia el país observa en términos reales una tasa anual promedio de crecimiento del PIB que no llega al 1% y una Formación Bruta de Capital Fijo (Inversión) que disminuye en 0,3%. Este nulo crecimiento que la pandemia profundizó aún más se acompaña con un nivel de pobreza nacional del 33% y en el área rural del 50%, son aspectos lejanos al debate político actual. Determinados grupos y movimientos sociales, entre ellos el movimiento indígena y la jurásica dirigencia laboral, se empeñan en su filosofía de mantener estirada la mano pidiendo soluciones al Estado y con pretensiones de imponer su propia agenda con escasa o ninguna representatividad.

La situación fiscal del Estado se torna insostenible si no se toman medidas; sin embargo, la presión por recursos es como si no existiera esta severa crisis que está lejos de ser superada. Muy posiblemente nos tomará más de una década llegar a indicadores económicos y de pobreza prepandemia, lo que es sin duda un escenario catastrófico. Reducir la desigualdad es condición necesaria para alcanzar el desarrollo. Se requiere construir una nueva dinámica productiva de eficiencia mediante el aprovechamiento de la revolución tecnológica y un ambiente institucional con políticas que prioricen la innovación, lo que va de la mano con la construcción de nuevas capacidades que nos encaminen a una progresiva transformación de la composición productiva y consecuentemente del mercado laboral. Las desigualdades se reducen con ingresos provenientes del empleo y no de una visión asistencialista del Estado. Está demostrada la fuerte relación inversa entre productividad y desigualdad: mientras más productiva es una sociedad es menos desigual y, al contrario, una sociedad con baja productividad es más desigual (nuestro caso). Resulta lamentable y vergonzoso que, frente a este gigantesco problema social, las agendas políticas y sus actores desconectados de esta problemática se esfuercen en desestabilizar la débil democracia ecuatoriana.

 

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