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El Telégrafo
Wilfrido Muñoz Cruz

Desigualdad amenaza el aparente desarrollo

18 de septiembre de 2024

Desde hace décadas aparece la visión de desigualdad asociada a los conceptos de heterogeneidad estructural y distribución del ingreso. Si bien es el resultado de una herencia histórica y de la reproducción del patrón de especialización productiva, hoy se generan cambios que evidencian importantes consecuencias traducidas en marginalización y exclusión social. Esta estructura se concibe como un obstáculo para el crecimiento económico sostenido, equitativo e inclusivo.

La desigualdad por razones de ingreso, sexo, edad, discapacidad, oportunidades; sigue persistiendo en todo el mundo y amenaza el aparente desarrollo, frena la reducción de la pobreza, destruye el sentido de realización y autoestima de las personas; lo que se visibiliza en deterioro social, destrucción masiva del empleo, delincuencia y enfermedades. Los efectos no se limitan al poder adquisitivo, repercuten en la esperanza de vida, el acceso a servicios básicos entorpece la movilidad social e inhibe el desarrollo humano.

Como lo advertía Keynes, los modelos de crecimiento económico se enfocan en las necesidades de equilibrio entre los componentes de la demanda (consumo e inversión), asociados a las ganancias y los salarios. Por ello, es emergente trabajar en las medidas de redistribución equitativa del ingreso, que considere las relaciones sociales subyacentes, invertir en la enseñanza, implementar medidas de protección social, para que no se mantenga el capitalismo periférico con sus disparidades de privilegio distributivo traducido en acumulación de capital para unos y precaria existencia para las masas populares.

Las desigualdades socavan el progreso económico y tienen afectación global, independientemente de quiénes somos o del lugar de procedencia. Aún los países ricos tienen comunidades que viven en la miseria. Sin embargo, frente a una economía desordenada como la nuestra, podemos intentar reducir la improvisación en el manejo de las finanzas, los despilfarros, mejorar la obra pública, lograr una economía plural de empresas ciudadanas, que eliminen del circuito a los intermediarios parásitos, por ende, las coimas.

Comparamos la pobreza con la abundancia moderna. Esa dependencia crea un nuevo tipo de empobrecimiento que debe ser distinguido de la miseria. Se pone de manifiesto el pensamiento binario, dado que es todo un dilema las desigualdades, con extremos evidentes (pobreza, misera, pasando por clases acomodadas, medias y pobres). Esa igualación del consumo de la población (no necesariamente del ingreso), conduciría a la elevación del nivel de vida de las masas.

Vivimos en constante crisis, se ha reducido la solidaridad, la alegría y el entusiasmo están profundamente castigados y no se alcanza a divisar del lado político ni a medir las secuelas. Pero, aunque suene a sueño, les invito a no sentarse a esperar la muerte ni renunciar a vivir. Hay que tener coraje y valentía para moverse en este Ecuador que no ha dejado de ser un país mágico de lucha constante.

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