En estos últimos tiempos han ocurrido hechos que dan cuenta de la putrefacción del poder mundial en toda su dimensión.
La persecución a Julian Assange, creador de los WikiLeaks, que dejó al descubierto 480.000 documentos de las FF.AA. de EE.UU. que muestran la agresión y crímenes de EE.UU. en Irak y Afganistán; se suman 251.000 cables de las embajadas al Departamento de Estado, que señalan la labor de espionaje diplomático y de zapa contra los gobiernos democráticos del planeta, por medio de funcionarios, ONG a su servicio, políticos, periodistas y otros que, enrolados o no, prestan sus servicios al objetivo de desestabilización antidemocrática. Como antes en Cuba, Nicaragua y Venezuela, ocurrió en Ecuador, ahora le tocó a Bolivia y Paraguay.
Assange merece el odio de los imperios.
Acusado en Suecia por supuestos delitos sexuales, indagado en Inglaterra, con peligro de ser expatriado y entregado a EE.UU. para su muerte, se refugió en nuestra embajada y pidió asilo político. El pueblo ecuatoriano, en su inmensa mayoría, apoya esta solicitud, aspira a que, sorteados los escollos jurídicos, en consecuencia con el espíritu humanista de la Revolución Ciudadana y de Rafael Correa, le sea concedido.
Esa acción será una muestra adicional de dignidad y soberanía, y un apoyo a quien se las ha jugado por una verdadera libertad de expresión. El australiano es símbolo de la libertad informativa, dio la posibilidad a la prensa de difundir todo lo que al mundo se ocultaba. Claro está, la mayoría de grandes medios “independientes” no difundió, había tanto que ocultar, en consecuencia con la conducta abyecta que en favor del imperio y sus propios intereses.
Otro tema es la acción de la Agencia Internacional para el Desarrollo (Usaid) de EE.UU., que una vez más ha sido denunciada en sus prácticas antidemocráticas, para lo cual utiliza ciertas ONG, politiqueros, periodiqueros y “académicos”, en concreto contra los gobiernos de la ALBA, a través de entrega de sumas millonarias; el pretexto: capacitar líderes de la sociedad civil para “luchar por los derechos humanos y la democracia”. En este marco se inscriben el grupo FARO y su proyecto Ciudadanía Activa, Fundamedios (Participación Ciudadana), Fundación Esquel, Fondo Ecuatoriano Populorum Progressio (FEPP), Fortalecimiento de la Democracia y otros, como difundió El Telégrafo.
Bien ha procedido el presidente Correa al plantear la expulsión de esa agencia de nuestros países.
Se dio la reunión reciente en México del G20 que manejan los países poderosos del planeta, que recomiendan a la UE, en buena parte ellos mismos, “a mejorar el funcionamiento de los mercados”, “romper el círculo vicioso entre la banca y la deuda”; en suma, “hacer todo lo necesario para acabar con la crisis”.
¡Es de Ripley! Por cierto que Brasil, Rusia, China, India y Sudáfrica -el grupo BRCIS- lamentó la ausencia de medidas concretas. Por fin, el FMI anunció que consiguió contribuciones para sus “salvatajes” por $ 456.000 millones, con fuertes aportes nada menos que de China, Brasil y México. ¡Sin dudas, el capitalismo está en crisis!
Por fin, la oligarquía criolla de Paraguay arma un golpe de Estado contra el presidente Lugo, impone en un juicio político meteórico, de un día de duración, al traidor vicepresidente Franco, buscando frenar los cambios sociales iniciados, lo que es apoyado por ese poder putrefacto, incluido el Vaticano, que de inmediato reconoció al gobierno de facto, a diferencia de América Latina, que en forma casi unánime ha rechazado esa nueva acción contra la democracia en la región.
Todo este relajo es un signo de descomposición. Indigna, pero trae esperanzas.