Una cosa son los negocios y otra distinta las amistades, o por decir lo menos, las afinidades. Eso es lo que se impone en las relaciones internacionales desde que quedó demostrado que la desideologización de las mismas permite que fluyan el comercio y la cooperación internacional.
En Ecuador hemos notado un avance importante en los últimos tiempos en el manejo de las relaciones internacionales con Colombia y Venezuela. De las complejas y tirantes que existían con Colombia, hemos dado paso a un ambiente tranquilo que propició la semana pasada la suscripción de un acuerdo con veintiún líneas de acción bilateral para fortalecer la seguridad en la frontera y la comunicación, los sistemas de información, combatir la minería ilegal, el tráfico de armas, la delincuencia, el lavado de activos y mejorar la calidad de vida en la zona, entre otros. Lo curioso, y de paso afortunado, es que hemos dado un giro en U, en el sentido de que hace poco más de dos años estos temas eran considerados problemas del vecino y, por consiguiente, su responsabilidad. Se terminó la diplomacia de micrófono, todo el mundo le apostó a mirar hacia adelante y hoy se están comenzando a ver los beneficios de no desaprovechar la maravillosa oportunidad que a veces nos regala la vida de mantener la boca cerrada.
Por otra parte, en Ecuador también hemos visto una serie de cambios importantes en materia de relaciones con Venezuela gracias a la “deschavización” de las mismas. Esa imagen que había en el exterior de un gobierno manipulado por Chávez dio paso a la de un régimen que, si bien podía compartir algunos aspectos ideológicos con el primero, no iba camino a una cubanización del Ecuador como Venezuela. Correa fue acertado en ese momento al haberse “desmarcado” de Chávez, como se dice en el fútbol, sin por ello afectar el desarrollo de las relaciones comerciales entre ambos países.
Por eso no se entiende cómo llega Chávez a Salinas a la revisión de los convenios binacionales y se manda un trasnochado discurso antiimperialista aderezado con el tema libio, para quejarse de unas sanciones que no nos competen, en un Ecuador que, a pesar del impasse con la ex embajadora americana, no maneja ese discurso, y todo para fomentar, a través de la forma en que habla, la falsa idea de que Ecuador es marca registrada de Venezuela. ¡Error! Por eso los negocios deben ser una cosa y los amigos otra.