"Me siento tan aislado que puedo palpar la distancia entre mí y mi presencia". Así reza Fernando Pessoa, uno de los poemas más bellos en su libro Desasosiego.
Conversando con algunos amigos, confiesan que lo que más les ha costado en estos tiempos, es la soledad. Pero ¿qué es la soledad? Se entiende a la soledad como tristeza y dolor por el que atraviesan las personas cuando no cuentan con compañía.
Estar solo puede concebirse de dos maneras: la primera, es percibirse a sí mismo como un solitario. La otra, vivir la ausencia de los otros como una carencia. Ser un solitario es una opción de vida. En cambio, vivir en soledad es una condena. En esta última, es pasar más de cien días extrañando a los otros. Esta época, para ellos, se convirtió en un suplicio y en una tragedia.
Ser un solitario en un ejercicio de alejarse de toda aquella representación que han hecho los otros de nosotros mismos. Se vuelve pesado este ejercicio porque nos cuesta cumplir con lo que nuestra voluntad y razón nos manda y conjugarlo con las expectativas de los demás
El que vive en soledad, a diferencia del solitario, vive para cumplir con los sueños del prójimo, no con los propios. Porque hay veces en que el altruismo no es el amor por el otro, sino el culto al ego y las vanidades ajenas.
Y es que el juego entre mi Yo y el Otro, es por naturaleza conflictivo. El Otro, así escrito con mayúscula, siempre está ahí presente, vigilante que cumplamos con lo que los otros quisieron hacer de nosotros. En esa interacción, en el poema de Antonio Machado, se pinta la doble faz de nuestros sueños, que, por cierto, se dan en soledad. Por ello dice...Anoche cuando dormía/soñé ¡bendita ilusión! /que un ardiente sol lucía/dentro de mi corazón. /Era ardiente porque daba/calores de rojo hogar, /y era sol porque alumbraba/y porque hacía llorar...
Es nuestra opción percibir el calor del sol y su ilusión. Para muchos, la soledad únicamente ha traído desasosiego. Es decir, exclusivamente han vivido nerviosismo y depresión hasta llegar a la desesperación. (O)