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El Telégrafo
Sebastián Endara

El derecho a pensar

05 de marzo de 2022

El sistema educativo adolece de una grave tara. Invisible a su propia conciencia, en la medida que el problema se traduce en la conciencia misma, la imposibilidad de asumir el error de orientar de una única manera el pensamiento. La educación afirma el derecho que tenemos a pensar, pero solo bajo su estructura y sus fundamentos, que son, hay que repetirlo, los fundamentos del poder. Quien quiera escapar del poder simplemente debe dejar de pensar bajo esos criterios, no obstante, ello implica la autoanulación, el auto destierro, así como el fin de la norma-lidad.

 

¿Habrá alguien dispuesto a tanto, solo para ser independiente y libre? Es muy dudoso, sobre todo porque la libertad, como están las cosas, únicamente puede ser entendida y trasmitida (enseñada) desde los propios términos del poder. Sin embargo, la libertad contiene por sí misma una fisura que atraviesa a todo el sistema ontológico: la libertad es libre incluso frente al poder de la libertad; la libertad es la posibilidad de afirmar el ser, de construir la identidad de manera autónoma, de reinventar el mundo. Por eso habría que decir que la filosofía en realidad no está en el viejo Zaratustra que baja de la montaña a predicar su palabra, sino en el equilibrista que mientras está en la cuerda floja divierte a los espectadores, hasta que cae y muere, desatando uno que otro grito y alguna mueca de asombro en la multitud. Pero muere sin dejar otra enseñanza que su propio valor, algo que en la escuela ha sido transformado en obsecuencia.

 

Entonces, bien entendido, el derecho a pensar es el derecho a la diferencia y a la autonomía, así como a las condiciones en las cuáles puede ocurrir la vida bajo esos términos, aunque pareciera que cada vez estamos más lejos de que ocurra, si consideramos el engrosamiento de los discursos que afirman sobre la tolerancia y la inclusión de los distintos, en el mundo de los iguales.

 

Que no se mal entienda, estoy a favor de la igualdad, pero de una igualdad diferente: la que se construye a partir de la diversidad y no sobre las bases de una homogeneización incipiente, tal como lo hace el sistema educativo actual.

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