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El Telégrafo
Juan Francisco Román

El demonio del desempleo

07 de junio de 2022

Es un momento temible y terrible, la noticia más catastrófica que un ser humano pueda recibir:

Su contrato de trabajo ha sido terminado, recoja su liquidación en el tiempo que la ley exige, que tenga suerte en sus futuros emprendimientos.

Lo digo con la frontalidad que la verdad exige, pues a mí me ha pasado, y fue una de las experiencias más terroríficas que pude haber vivido en mi paso por esta sociedad. Un mensaje tan frío que atrae al pensamiento tantas penumbras y preguntas, que uno mismo no entiende como y no deja de pensar en eso.

Pero la pesadilla viene en las noches. Es un laberinto de preguntas donde uno no puede explicarse como salir, el insomnio golpea minuto tras minutos y parecería ser una eternidad que llegue la mañana para levantarse a volver a intentarlo.

¿Cómo hacer un currículo ganador? ¿Cómo conseguir trabajo? Todas las plataformas de búsqueda de empleos se vuelve una necesidad imperante. Las llamadas a los cercanos para saber si es que, por algún milagro, algo conocen, alguien conoce, quién fuera o fuese que tenga una oportunidad laboral más. Entrevista tras entrevista, donde uno pende de la decisión de alguien que quiere conocer que haces, donde vives, quien eres y si eres apto para esa oportunidad. ¡Qué sea yo! ¡Por el amor de dios que sea yo!, el pánico de esa llamada de no llega. Es realmente una odisea.

Si alguna vez ese demonio del desempleo tocó su puerta, entenderá lo que significa estar desempleado. Al parecer, a nadie le llega a importar lo que realmente está pasando en este país, una pandemia que lleva años en este país y que, por peleas mínimas, básicas, elocuentemente sinsentido, por apellidos y egocentrismo, por tener las razones de ser los únicos salvadores, no lo quieren o no lo pueden solucionar. La política usa ese temible número de desempleados, para lanzar argumentos que el otro no es el correcto. ¡Cuánta desfachatez!

La poesía constitucional nos dice que el trabajo es un derecho, un deber social, y otra vez, un derecho económico que nace de la realización personal, que es base de la economía. Que el papá Estado va a garantizar, a los trabajadores que se les respete su dignidad, su decoro, su remuneración sea justa y que en su trabajo estemos saludables y libremente lo escojamos. Vaya fantástica descripción de quién lo tiene, maldito y desterrado quién no lo tenga.

Pero, ¿quién crea esta cura al mal del desempleo? Pues dos actores esenciales que se diferencian por una fina línea que pocos conocen: el sector público y le sector privado. El primero los llama servidores, porque están ahí para servir al ciudadano y tienen reglas especiales, el otro lo llama trabajador, porque forma parte de su línea de producción para entregar bienes y servicios a un mercado “libre”. El primero solo puede hacer lo que la ley le permite, el segundo puede hacer todo lo que la ley no le prohíbe.

En este caso, las fuentes del empleo se ven en dos formas distintas sobre su propia finalidad, pues el Estado contrata para garantizar los derechos que se obligó a hacerlo por medio de leyes y su constitución, mientras que el sector empresarial los necesita, siempre y cuando su producción y venta así lo permita, sus finanzas así lo requieran y el mercado así lo exija.

La creación y generación de trabajo en lo público nace de la misma ley, pero su sueldo se alimenta de impuestos que vienen de la producción del ciudadano, incluyendo a los empresarios; mientras que en lo privado es más orgánico y se crea y genera sobre la base del crecimiento en su actuación en el mercado. Es decir, en lo público, no puede crearse más trabajo sino existe suficiente producción del privado para que así se perfeccione, mientras que, en el privado, el propio riesgo del ciudadano podrá hacerlo realidad, y si el mercado es muy escaso, los ingresos muy cortos, y los gastos recurrentes muy alto, poco podrá hacer el ciudadano para contratar. Y aquí es donde estamos, y nadie entiende el foco del abismo.

Suscribir un contrato de trabajo, en la empresa y lo privado, es un riesgo enorme, es la apuesta de un ser humano por otro para conseguir, en este acuerdo beneficio propio y crecimiento personal. Pero el mercado para que florezcan estos contratos, cada vez está siendo limitado a pocos, casi muy pocos. ¿A quién vender y que vender?, el Estado sigue pidiendo cada vez más, que siempre se aporte para cumplir con sus obligaciones, pero no las cumple, hace mucho, muchísimo tiempo.

Las obligaciones laborales son necesarias, y nadie con tres dedos de frente podrá decir que no lo son; el derecho laboral existe, y debe existir para evitar el abuso, y repito, nadie podrá estar más de acuerdo con esto que un empresario, bueno, uno bueno y prudente. Pero la carga financiera para cumplir con esto, debe, tiene, obligatoriamente, que estar traducida en un mercado que permita suficiente ingreso para cumplirlas, sino es una barbarie, y la generación de trabajo será lo que es, un sueño iluso, bien escrito y poco lograble.

Ecuador es un país caro, sus impuestos altos, su mercado reducido, su política infantil aún cree que todo aquel empleador es un demonio que quiere abusar y con ese discursete de cuento de fábula ha ahorcado de quién quiera traer recursos, su mercado se mantiene secuestrado, y poco, bueno menos del 5% del empresariado ecuatoriano lucra realmente de esto.

Si existirá generación de trabajo, deberá existir mercado para lograrlo, y ahí sí, que se pida y exijan impuestos enormes que compensen la riqueza que se reparta. Esto es lejos de la realidad ecuatoriana donde aún nos venden cuentos de hadas defendiendo lo indefendible, y no, ya no estamos para pagar tanto impuesto, si nos han cerrado el país a un mundo con hambre de saber de Ecuador.

No hay trabajo, por que no hay inversión, no hay inversión por que somos muy caros, somos muy caros porque lo poco que se produce se concentró en pocos, y sin esto no existirá jamás trabajo para nadie y para todos, como nos lo prometieron.

Que nadie siga en la pesadilla del desempleo, no hay nada más democrático y humano que crear y generar trabajo, déjennos hacerlo.

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