Alain Touraine, uno de los más importantes sociólogos vivos, dice en su libro “¿Qué es la democracia?”: “la democracia sólo es vigorosa cuando está contenida en un deseo de liberación que se da constantemente nuevas fronteras, a la vez más distantes y más cercanas, puesto que se vuelve contra las formas de autoridad y de represión que tocan la experiencia más personal. Así definido, el espíritu democrático puede responder a las dos exigencias que a primera vista parecían contradictorias. Limitar el poder y responder a las demandas de la mayoría”. Una cita que me remite a pensar en el presente, y concluir que el confinamiento de ninguna manera puede menoscabar nuestros derechos como ciudadanos. La pandemia nos muestra la necesidad de la democracia real, de un sistema que garantice los requisitos básicos para la vida digna con libertad.
La salud, la educación el empleo son elementos esenciales para esa democracia y naturalmente cualquier afectación que sufran estos derechos profundizará ese deseo de liberación de una autoridad indolente de la que habla Touraine. Al mismo tiempo permitirá, como de hecho ya se está dando, el planteamiento de nuevos escenarios sociales, de nuevas fronteras para pensar la sociedad del futuro, una sociedad que garantice la buena vida de todos. Ya se habla, por ejemplo, de propuestas como la de la “renta básica universal”, entendida como un recurso que la sociedad orienta simple y sencillamente para su propio mantenimiento, mejora continua y emancipación de las taras del capitalismo del siglo XIX.
El espíritu democrático del que habla Touraine permite el empoderamiento de la condición de los ciudadanos conscientes de sus deberes y responsabilidades, a partir del ejercicio de su voz y de su palabra. Suponiendo que nadie tiene toda la razón, y la autoridad puede equivocarse, el sistema democrático plantea mecanismos legítimos de limitación al poder, por ejemplo, el derecho a la objeción de conciencia consagrada en el Art.66 numeral 12 de la Constitución, o el derecho de resistencia, Art. 98. Pero lo más importante, ese deseo de liberación nos plantea el reto de pensar solidariamente y responder a las demandas de la mayoría, es decir las demandas de casi todos, y pensar así es deconstruir las bases de la cultura neoliberal donde los más importante es la rentabilidad del capital, para cambiarla por otra idea, que ya no es ideal o utópica, sino inexpugnablemente necesaria, de que lo más importante es la vida. (O)