En 1981 el gobierno de Jaime Roldós ya experimentaba algunos síntomas de desgaste político, producto de la guerra y de algunas medidas económicas tomadas. Luego de su muerte, la leyenda alrededor de su figura marcó, los destinos políticos del Ecuador.
Con la muerte de Roldós, y meses más tarde de su tío político Asaad Bucaram, caudillo de aquel entonces, el poderoso CFP, entró en un marcado proceso de debilitamiento. Osvaldo Hurtado, vicepresidente en funciones y cabeza de la Democracia Cristiana, tomó las riendas del país, mientras que, la figura de Roldós, permitió la creación de un nuevo partido de corte caudillista, cuyo bastión electoral se asentó en la Costa.
La década de los ochenta, estuvo marcada por una profunda crisis económica y conmoción social para el Ecuador y la región, producto del agotamiento del modelo de desarrollo aplicado hasta entonces, y que, según las autoridades financieras de la época, debía ser renovado. La crisis económica generó coletazos en el ámbito político y en el proceso democrático que había sido inaugurado en el país.
En los años 90, se aplicaron políticas de ajuste macroeconómico que llevaron a una reducción del tamaño del Estado y la apertura de la economía al mercado internacional. Entre 1998 y 2000, el Ecuador vivió una nueva crisis económica a causa del colapso del sistema bancario generado por factores externos e internos. A ello se sumaron factores como el fenómeno El Niño en 1998, con pérdidas por $ 2,8 mil millones; el impacto de la guerra del Cenepa, en 1995, así como los coletazos por la crisis asiática de 1997.
En el ámbito político, la caída de Bucaram abrió un período de profunda inestabilidad política en el país que duró hasta 2004, con tres presidentes derrocados, en medio de un clima de descontento social y masivo éxodo de personas. Los presidentes Jamil Mahuad y el Lucio Gutiérrez también fueron removidos del poder, producto de la movilización ciudadana, debilitando aún más la democracia en el país.
La aparente estabilidad política generada durante el correísmo, se dio en medio de una nueva bonanza petrolera y se basó a través del control político e injerencia sobre los distintos poderes del Estado. Ello abrió un gran debate en torno a la protección de las libertades en el país.
Actualmente, el bloqueo, la falta de consensos entre las distintas fuerzas parlamentarias y la polarización se mantienen en el ámbito político. A ello se suma los continuos escándalos de corrupción desarrollados en medio de una de las peores crisis económicas y de salud que atraviesa el país.
A meses de iniciar un nuevo proceso electoral, se ha anunciado ya una veintena de nombres y precandidaturas presidenciales que aspiran estar en la papeleta electoral de febrero del 2021. Ello indica que para el próximo año se mantendrá una fragmentación partidista la cual hará difícil el desarrollo de consensos. Ello es un indicador adicional que la democracia en el Ecuador sigue débil. (O)