Los candidatos para los próximos comicios presidenciales deben saber al dedillo la siguiente lección: La Democracia posee una amalgama de condiciones que han de ser respetadas en cualquier escenario o circunstancia. En países de Occidente, un conjunto de pilares arma el andamiaje de la Democracia, dotándola de estabilidad y permanencia y, sobre todo, garantizando la libertad, la justicia, participación y respeto a los derechos de los ciudadanos, con lo cual el sistema democrático se torna altamente inclusivo, equitativo y resistente a la plaga del totalitarismo.
Esta lección no termina aquí. La Democracia se nutre y sostiene con el reconocimiento y el respeto de otros elementos sin los cuales la sociedad carecería de garantías suficientes para su desenvolvimiento con seguridad. Así, la soberanía popular, la participación política, la vigencia del Estado de Derecho, la separación de poderes -bajo la lógica de pesos y contrapesos-, el reconocimiento del pluralismo y respeto a la diversidad, así como la transparencia, la protección de las minorías y la educación cívica, son visados hacia una sociedad con probabilidades de futuro y progreso.
Será muy raro encontrar que una Democracia se sustente por igual en todos los elementos señalados, puesto que dependerá de diversas realidades que unos y otros se cumplan a cabalidad en la práctica. En una sociedad como la nuestra, tan proclive para que una legión de gobernantes, legisladores, jueces y autoridades de todo rango y condición apliquen la ley de la selva con el fin de saciar sus propios intereses, vale subrayar el peso del principio de división y separación de poderes, para evitar la tiranía o el autoritarismo, asegurando que ningún poder actúe de forma unilateral o arbitraria. Los poderes públicos deben controlarse mutuamente y, trabajar en coordinación para servir a la sociedad. La Democracia es una obra en permanente construcción, cuyas condiciones son imperiosas.