Los ecuatorianos hemos alcanzado 40 años desde el retorno a la democracia en 1979. Quienes nacimos en los 70 y nos gustó siempre atender el transcurrir de la vida política, mantenemos pasajes imborrables desde esos primeros años cuando nos gobernó un joven y carismático presidente que, luego de su trágica muerte en 1981, se volvió referente político de la patria.
De aquel remoto suceso, recuerdo a mi madre llorando en la frentera de mi casa de niño. Me veo acercándome a abrazarla y ella diciéndome que había muerto Jaime Roldós. Sin entenderlo sufrí el deceso de quien luego, igual que muchos lo hicieron, llegué a admirar. Ese sentimiento de luto se justificaba: mi padre era “cefepista” y en casa la empatía con Roldós era innata.
La violencia también corre por estos bocetos: me veo en un mitin político en mi natal ciudad sentado sobre los hombros de mi padre. Escucho disparos alrededor de una tarima levantada en la calle principal. La gente corre despavorida y no sé cómo termino en las escaleras de la casa donde vivíamos, a un par de cuadras del lugar, esperando que mi padre regrese de buscarme.
Luego cenicerazos, puños en el Congreso, Febres Cordero, tanques militares rodeando la justicia. Llegó Borja, le siguió Sixto con su célebre frase “Ni un paso atrás” en 1995 abrazando la única victoria bélica del país.
A partir de ahí una vorágine de inestabilidad política con un Nebot siempre detrás de todo y todos. En 1999 la crisis financiera preservando la plata de la banca y empujando a cientos de miles de nuestros hermanos a migrar.
Así, de tumbo en tumbo arribábamos a 2007. En Quito cantaba Sabina y “Alvarito” era ya una burla política. Con correazos y cantos al “Che” continuaron diez años de pillaje que concluyeron en una mesa donde ni vajilla quedó. Cuatro décadas de innumerables sufragios alcanzaron el 2019 con denuncias de fraude electoral por doquier.
Hastiados de todo, por todos quienes se alzaron con el santo y limosna a lo largo de este tiempo, rememoro entre bocetos una democracia que nos sigue debiendo lo que desde siempre, como país, anhelamos. (O)