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El Telégrafo

Delito transferido

24 de diciembre de 2012

La oposición está de fiesta, con el tránsfuga ideológico Herrería a la cabeza: celebra el hallazgo de un delito y de un delincuente que hace 22 años fue culpable de falsificación de su título profesional.

Veinte y dos años que Pedro Delgado mantuvo en secreto el haber cometido ese delito y que pretendió mantenerlo oculto por el resto de sus días.

Para el delito de Delgado hay penalidad y es indispensable castigarlo, para el delito impune de Herrería no la hay y la gente ya se olvidó de que era de la Izquierda Democrática y hoy es socialcristiano.

Excepto el castigo en las urnas que se avecina, hasta el 14 de febrero, la oposición goza de felicidad y de impunidad.

A este señor Delgado los medios politiqueros le robaron la identidad, pues dejó de llamarse Pedro para convertirse en "el primo de Correa".

La oposición se concentró en "el primo" y se olvidó de Caín "el hermano".
Pero lo más significativo de este juego de parentelas es que los delitos de estos señores, primo y hermano, se los han querido transferir al ciudadano Rafael.

Solía decirse que muchas veces el peor castigo viene de los parientes que le llegaron a la persona sin que los escoja.

Lo que hizo Pedro se lo quieren responsabilizar a Rafael, que nuevamente repitió su vocación de ser amigo de sus amigos y darle más importancia a la amistad que a la suspicacia, condición humana peligrosa en el ámbito de la política.

Se quiere comparar y equiparar las conductas: Pedro falsificó su título profesional hace 22 años; Rafael creyó en uno más de los centenares de ciudadanos que tiene que designar para estructurar la institucionalidad gubernamental.

Según la oposición, Rafael cometió la insensatez de creerle a Pedro y no a Herrería: Y como le creyó a Pedro, lo mantuvo en el cargo y no le creyó al asambleísta que estaba indignado por el asunto de la venta de un ingenio azucarero.

En la mayor parte del tiempo de este proceso la ciudadanía se dio cuenta de que los ataques se iniciaron cuando descubrieron los opositores que Pedro era primo de Rafael y luego sacaron a la luz una serie de acusaciones que en apariencia no tenía sustento, hasta que Herrería hace conocer la posibilidad de una falsificación del título profesional, que resultó cierta.

No hay excusa ni justificación para el engaño y la deslealtad con que Pedro actuó frente a Rafael.
Primo, amigo o simplemente conocido, este Pedro, sin escrúpulos, se infiltró en un proceso sagrado del cambio social, revolucionario.

No es la primera vez ni será la última en un proceso político de esta naturaleza, que gente descalificada se aproveche y llegue al extremo de hacer burla ante la lealtad presidencial.

La lealtad y la gratitud frente a los colaboradores es una virtud, aunque haya personas como Pedro que no la merezcan.

Ya hubo desertores que cometieron similares actos de traición, aunque no dejaron huella de su delito.

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