Todos los centros educativos, de educación inicial a la universidad, deben tener un área de plantas alimenticias, medicinales o frutales. Si tenemos 75 metros cuadrados en el patio, construir un minihuerto integral urbano autosuficiente, que como sostiene Temístocles Hernández en su libro La granja en la azotea, ayudaría bastante para alimentar a una familia de pocos miembros. En la Costa coincide con las propuestas Daniel Cañizares Aguilar, de las Granjas Integrales Autosuficientes y los Patios Suburbanos, “como una respuesta ante la evidente realidad de que muchos campesinos abandonaron, decepcionados, el campo y ahora residen en las ‘villas miseria’ de las ciudades”.
De acuerdo con Harvey Diamond, hay que “emprender una acción que, aunque requiera de cada uno un mínimo de energía, le aporte, a él o a ella y a sus seres queridos, un incremento de salud y vitalidad que, a la vez, proporcione resultados positivos en un nivel global”.
Se requiere urgentemente realizar varias tareas:
Implementar los espacios urbanos y convertirlos en áreas de producción agrícola de diferentes tamaños.
Utilizar los solares vacíos, callejones, peatonales, cerramientos, veredas y rincones.
Así mismo, aprovechar las viviendas (jardines, muros, ventanas, paredes, balcones, callejones, azoteas, patios) y producir plantas medicinales, aromáticas, hortalizas y verduras, minihuertos y huertos integrales autosuficientes orgánicos para reducir el impacto de la agroindustria, la escasez, la pobreza y las crisis económicas.
Concienciar, comprometer e integrar a los alumnos, profesores, hijos, padres de familia, abuelos, jubilados, desocupados, discapacitados y los habitantes de los barrios y ciudadelas, sobre la alimentación sana, ejercicios productivos y acciones solidarias “con miras al mejoramiento familiar y colectivo”.
Realizar campañas sostenidas en los centros educativos sobre el valor de la experimentación, que conduzca a la innovación aplicada para la producción de alimentos sanos.
Recuperar antiguos conocimientos sobre métodos naturales, que antes se utilizaban en las chacras o huertos y las buenas experiencias tradicionales, que se están perdiendo por la práctica del monocultivo y el uso de los agroquímicos.
Se requiere urgentemente cambiar nuestra alimentación, antes de que los daños sean irreparables. Cuando la conciencia colectiva aumenta lo suficiente, el cambio se hace irreversible.