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El Telégrafo

Del macetero medicinal al huerto familiar urbano

20 de agosto de 2011

Todos los días las personas incorporan a su organismo substancias peligrosas, que no eliminan totalmente y contribuyen al desarrollo de enfermedades mortales, entre otras, el cáncer. Se está dando, lentamente, un suicidio colectivo al consumir irresponsablemente alimentos e incluso “medicinas”, que no sabemos realmente lo que estamos ingiriendo.

Es muy difícil encontrar en el Ecuador un lugar libre de deterioro ambiental donde se produzcan alimentos sanos. En todos los países los alimentos orgánicos tienen un precio superior a los obtenidos por medios químicos.

¿El proceso de autodestrucción humana por no ingerir alimentos sanos es ya irreversible? ¿Tenemos tan solo que exigir y esperar que actúen los organismos competentes e instituciones de defensa del consumidor?

¿Cada persona es tan débil, pequeña e insignificante en lo que puede hacer, que mejor es que no lo haga?

¿Se puede justificar que una vivienda, un centro educativo y un agricultor no tengan plantas? No.

De acuerdo con Edmund Burke: “Nadie comete error más grande que aquel que no hizo nada porque  solo podía hacer muy poco”. Debemos superar la mentalidad derrotista que dice que “de algo nos vamos a morir” y por indolencia, por no exigir alimentos sanos, aceleramos nuestra muerte. Es un problema planetario y el gran cambio se encuentra en cada uno de nosotros. Solo la propia persona, cada uno de nosotros, tiene siempre la capacidad y la posibilidad de cambiar, de dar una solución, a lo que otros están destruyendo.

La innovación se expresa mejor en las palabras de Peter Drucker: “El proceso consiste en convertir aquello que únicamente es capaz de hacer un genio en algo que puede hacer de manera rutinaria la gente común”.

En nuestra propuesta, la alimentación orgánica, producida por la investigación científica y  las experiencias tradicionales exitosas,  en una forma creativa “debe transformarse en algo útil que sea asequible a las personas y familias, que lo puedan adquirir y usarlo con sencillez y sin complicaciones” y utilizar los espacios disponibles en forma creativa, de acuerdo a la realidad específica de cada uno de nosotros. El compromiso mínimo irrenunciable es tener un macetero con una planta medicinal o aromática, o si donde vivimos por lo menos existe una ventana, tener una jardinera de 0,20 centímetros de ancho por 1 metro  de largo y sembrar varias plantas medicinales y aromáticas. Lo mínimo debemos cumplirlo todos o continuará el suicidio colectivo.

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