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El Telégrafo

Dejarse guiar por la conciencia

07 de mayo de 2011

Hay que tomar  partido sobre lo que significa equidad, pues para la tradición individualista, hoy globalizada, de un Adam Smith, Stuart Mills o Tocqueville, prevalece el individuo sobre la voluntad general. Se llega hasta  a reconocer la existencia de desigualdades en el mundo actual, y de profundos desequilibrios en la sociedad, pero se les considera externalidades al sistema, controlables, sin necesidad de salir de la lógica fundamental del sistema económico que las produce.

La equidad se convierte así en “democracia de los propietarios”, hoy diríamos, de los “pelucones”, en un pretendido liberalismo con rostro humano, cuando más en una “propensión a dejarse guiar o fallar  por el sentimiento de deber o de conciencia, más bien que por las prescripciones rigurosas de la justicia”, como el Diccionario de la Real Academia Española define la equidad.

La igualdad de derechos entre los pueblos peninsulares y americanos fue un objetivo revolucionario de los patriotas quiteños; consta en uno de los documentos más antiguos de testigos oculares de los acontecimientos del 10 de agosto de 1810, fechado el 12 de agosto, que encontré en el Archivo Nacional de la Nación en Bogotá.

Antes de la Independencia, los criollos se sentían discriminados por los chapetones, y reclamaban por la falta de equidad, porque no se cumplía la ley que por lo menos el 25% de los cargos en América debía ser llenado por americanos. Hasta en los conventos se resentía este trato desigual. El Rey se vio obligado a establecer en los conventos la “alternativa”, por la cual el Prior criollo debía suceder al chapetón y viceversa. En la práctica pudo haber equidad, pero no justicia.

Equidad es palabra clave para nuestro tiempo, si es consecuencia de la justicia, que debe ser reformada en un país tan inequitativo como Ecuador, donde hasta hace poco se encontraban  miles de discapacitados viviendo en condiciones infrahumanas.

La lógica del  neoliberalismo, responsable de la inequidad, equipara la falta de equidad a una simple desviación, susceptible de corregirse filantrópicamente.

Que el Ecuador llegue a estar entre los países más equitativos y solidarios será resultado de una emancipación económica, social y cultural, que va más allá de la independencia político-jurídica, y que no podrá lograrse sin el compromiso de la ciudadanía y, en particular, de las nuevas generaciones, en la continuación de la lucha por la construcción de una sociedad solidaria, equitativa, donde impere la justicia social.

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