Un dirigente del MPD, convertido en vocero de ese movimiento político, invoca la unión de los partidos de derecha para formar un frente para “levantar con fuerza la tesis de cambio revolucionario que ha abandonado el mandatario”. Una legisladora de Pachakutik, hoy en contubernio con los sectores opuestos al cambio, en su desesperación por defender sus privilegios, insiste en una candidatura presidencial única de la “tendencia de izquierda”. Las evidentes contradicciones de esos dos sobrevivientes de la política ecuatoriana y para evitar confusiones, es indispensable puntualizar que los partidos de derecha se inscribieron en la historia para apoyar a la oligarquía y al sistema usufructuario, mientras los de izquierda se comprometieron en la tenaz lucha por el advenimiento de la justicia social. Pese al desprestigio, pero alentados por la “prensa independiente”, aún subsisten unos cuantos dirigentes de insignificantes agrupaciones que se proclaman de izquierda y que hoy, con descaro e impudicia, se abrazan con los adversarios de ayer, entre otros, los socialcristianos, prianistas y los residuos de la Sociedad Patriótica.
Un asambleísta náufrago del PSC llama a “la unidad de todas las tendencias que no creen en el Socialismo Siglo XXI”. Es la invitación de la derecha, en última instancia, por la falta de líderes tan necesarios para la conducción institucional. Ese vacío induce a la partidocracia a la práctica del terrorismo callejero y al sabotaje a todos los actos y medidas del régimen de la Revolución Ciudadana.
El pueblo merece una explicación para que ubique a las personas que practican la política a su manera. La traición es degeneración humana. El traidor o traidora, calumnia, finge y engaña en procura de lograr dinero fácil o cargos púbicos. Desleales se considera a los asambleístas que abandonan convicciones a cambio de dádivas o prebendas. La historia narra casos de alta traición desde Judas hasta conocidos asambleístas que ayer se alinearon con la Revolución Ciudadana y hoy con descaro se convierten en sus enemigos.
Los militantes de la derecha, que se mantienen en su misma dirección, merecen el reconocimiento por su lealtad a sus principios, aunque equivocados. La oposición franca ayuda a los gobernantes a enmendar yerros, mientras a los traidores se les tilda como los seres más despreciables. Un sabio dijo: “La traición nunca triunfa; y si triunfa, los traidores merecen el cadalso”.