El Ecuador arde en llamas. Está pasando de todo, y algo de ese “de todo” tiene relación con carnés de discapacidad. De paso, para seguir abriendo la herida, pocos han sostenido: “… es por esto que hay que retroceder en la lucha por los derechos conquistados para quienes cuentan con discapacidad”. Si se piensa así, se tiene poca empatía… poco humanismo… poco amor propio.
Por un lado, hermanos nuestros que han actuado con perversidad, con dolo, perjudicándonos a todos, y directamente a las personas con discapacidad. Se suman aquellos otros testimonios de funcionarios públicos que, de modo inexplicable, en vez de ejercer sus derechos otorgados por la Ley de Discapacidades (como las exenciones tributarias) para que su condición sea menos dolorosa o menos aguda psicológicamente hablando, los ejercen para importar vehículo de lujo; de “ripley” si lo hacen aun cuando han sido estatalmente calificados con discapacidad visual, auditiva o física (salvo aquel transporte construido para quienes usan sillas de ruedas, por ejemplo), y de paso, no son pobres, tienen “buen sueldo fijo”. Todo esto es una traición nacional… cuentan con deficiencia intelectual.
Por otro lado, aquellos hermanos nuestros que efectivamente tienen algún tipo de discapacidad. Me dolió profundamente leer la carta de Andrea Ramón Romero que en redes sociales circuló; rescato que dijo (parafraseando): discapacidad es experiencia de vida, pero Sociedad hace que sea un problema. Un problema sí: frente a lo dicho, persisten casos que esperan largo tiempo para poder obtener un carné y así intentar convivir avanzando en igualdad de oportunidades, aunque obtenerlo, como decía Andrea, no sea bálsamo para aliviar el calvario que viven quienes, aún con discapacidad, día a día dan cara a una Sociedad que, “rara vez” les discrimina, salvo excepciones.
Retroceder, jamás. Mi solidaridad con ustedes. (O)