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El Telégrafo

Defensa de Don Burro

05 de enero de 2013

Amarrado con una soga azul, corbata y sombrero de paja toquilla, Don Burro -como así lo llaman sus seguidores- es el hazmerreír porque pretendían inscribirlo como candidato. “Por lo menos sabemos que él solo va a rebuznar a la Asamblea y no solo va a alzar la mano para dar el voto”, explicó Daniel Molina, quien lo promociona en las redes sociales.

Pensé en qué diría sobre el asunto Fernando Vallejo, ese sí defensor de los animales y autor de “La puta de Babilonia”, quien cuando recibió el homenaje en Guadalajara nombró al burro, uno de los personajes clave en el pesebre de Belén. Ni hablar del asno de Sancho Panza.

Un poco más relajado, consulté el inicio de esa obra magistral de Juan Ramón Jiménez, escrita en 1917: “Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Solo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro... Lo llamo dulcemente: ¿Platero?, y viene a mí con un trotecillo alegre, que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal”…

Recordé el poema de Walt Whitman: “Creo que podría vivir con los animales / son tan secretos y tan plácidos / me detengo y me demoro mirándolos… / Ni uno solo anda en esa locura de tener cosas/ Ni uno solo es más decente o más desdichado, en toda la faz de la Tierra”. En este punto, me dije que no valdría la pena escribir a la Sociedad Protectora de Animales porque -a fin de cuentas- quién se iba a preocupar por un burro arrastrado por las populosas calles.

Como acabo de publicar un libro titulado “Animalanzas” –adivinanzas en torno a los animales, donde se incluye a un borrico- creo tener cierto conocimiento de estos menesteres y por eso miro no el hecho político de mofa sino las cuitas que debe estar pasando el jumento. Eso me recuerda a ese extraordinario libro “El asno de oro”, de Apuleyo, escrito en el siglo II de nuestra era, donde detalla las aventuras del joven Lucio que tras su búsqueda de la magia es transformado en burro y, desde esos ojos, puede hacer una crítica en tono picaresco de la sociedad de su época.

Esa misma estructura, ese mismo detonante, pero esta vez en el personaje de Ximen Nao, un terrateniente que es llevado al inframundo donde lo condenan a reencarnarse en un burro, es utilizada por el reciente Nobel de Literatura Mo Yan en su novela “La vida y la muerte me están desgastando”, una hilarante historia que deberían leer los seguidores de Don Burro. Porque esta es la pregunta en cuestión: ¿con qué ojos mirará el borrico a quienes pretendían conducirlo a una curul? Don Burro tiene la palabra.

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