Debatir es un ejercicio intelectual interesante e importante. Es la oportunidad de poner de manifiesto el intelecto y el conocimiento con la fuerza del argumento y cierto elemento de sagacidad y oportunidad.
Hay individuos muy inteligentes, que escriben muy bien pero que no son aptos a la hora de debatir; hay otros que, siendo ignorantones y no necesariamente muy inteligentes, son efectivos en el debate, quizá porque, a lo largo de la vida fueron pendencieros y muchas veces contendieron verbalmente con otros individuos de naturaleza semejante.
El debate político civilizado es edificante y útil para la sociedad; sin embargo, cuando el debate se convierte en una especie de pugilato en donde la diatriba y la ofensa toman protagonismo, éste se torna en un fiasco.
La presencia de la televisión marcó el inicio de la difusión masiva de los debates presidenciales y constituyen un elemento fundamental para la decisión del votante. Es conocido que, en el año 1960, Richard M. Nixon y John F. Kennedy, contendientes por la presidencia de los Estados Unidos inauguraron la era de los debates televisados y, aparentemente, el ostensiblemente mejor desempeño de Kennedy habría sido un factor determinante para su triunfo electoral.
En 1984, en el debate televisado, entre León Febres Cordero y Rodrigo Borja, candidatos a la presidencia del Ecuador, se generó una extraordinaria expectativa y, a pesar de manifestaciones de agresividad, de lado y lado, hubo exposición clara de las diferencias del pensamiento político entre ellos. El estilo impositivo, ofensivo y hasta autoritario del candidato social cristiano le rindió frutos frente a la posición más académica y analítica del candidato social demócrata.
Hace pocos días pudimos presenciar el debate entre Donald Trump y Joe Biden, candidatos a la presidencia de los Estados Unidos. El espectáculo fue paupérrimo. El Presidente Trump tuvo un comportamiento inexcusable, interrumpiendo y boicoteando las intervenciones de Biden ante la total ineptitud del moderador, incapaz de controlar al vociferante Trump.
La actitud prepotente y díscola de Trump le hizo más daño que bien y, peor aún, cuando tras burlarse de Biden por usar mascarilla en casi toda ocasión, ahora es paciente en el hospital Walter Reed, aquejado de Covid-19.
Para las elecciones de febrero de 2021 en Ecuador esperamos que los debates sean una exigencia y que, ojalá, los argumentos y las ideas sean protagonistas.