El Ecuador tiene una alta complejidad y diversidad social, que, pese a poder ser vista como una fortaleza en términos de riqueza cultural, hoy por hoy evidencia una de las más grandes debilidades de nuestro país, que refleja la dificultad de generar consensos y ponernos de acuerdo en temas que aparentemente podrían ser de interés común: seguridad, empleo, reactivación económica y productiva, salud, educación, derechos, género, entre otros temas.
El próximo 13 de agosto tendremos en nuestro país un debate que esperamos contribuya a que las personas indecisas, finalmente tomen partido en función de la mejor opción. En ello debemos reconocer dos niveles de responsabilidad: por un lado, quienes lideran candidaturas, deberían -en el deber ser- poder responder a las inquietudes ciudadanas, muy lejos de la demagogia sino más bien respecto de propuestas pragmáticas, pasando del qué al cómo. Eso implica evidenciar el proceso con el cual cumplirán sus propuestas de campaña. Por otro lado, existe una corresponsabilidad ciudadana que demanda que cada elector/a, sea quien tome la mejor decisión basada en un conocimiento del plan de trabajo de cada proponente, eso involucra activar nuestra capacidad de agencia e incidencia en la política pública.
Es un punto de inflexión el que estamos viviendo, y eso demanda de pasar de la mera retórica inútil e inmoral que se promovía en la antigua Grecia. Ya no es momento de una mera persuasión ni convencimiento, sino de pasar del dogmatismo al pragmatismo; entendiendo que cada propuesta debe tener un cronograma, una planificación, un presupuesto previsto y resultados esperados. ¿Es tan difícil pensar en la política desde una lógica técnica? Quien prometa hacer algo por este país, necesariamente debería poder plasmar de manera responsable planes, programas y proyectos: alcanzables, realizables, medibles y posibles. No quiero pensar que esa es una mera utopía, no ahora, no tenemos tiempo para aquello.
Lo que ahora requerimos es un espacio transparente y democrático en el cual la opinión pública tenga la capacidad de analizar diferencias o similitudes entre las propuestas planteadas, estimulando una participación activa y sin tibiezas.
Finalmente, el papel de quien modere el debate es esencial, por la única y simple razón de cuestionar, de preguntar y de re-preguntar sobre aquellos temas que pueden entenderse como políticamente incorrectos: Ecuador ha vivido 3.500 muertes violentas de enero a julio 2023, lo que hizo que pasemos de 13.8 a (de manera proyectada, si la tendencia se mantiene) a 39 muertes violentas por cada 100.000 habitantes. Sumemos a ello que solo 1 de cada 4 habitantes del Ecuador tiene un trabajo adecuado.
Si esas cifras no nos convocan a movilizarnos y a tomar decisiones informadas, no es posible pensar en una alternativa real, informada y decisiva para Ecuador.