Dijimos en entrega anterior y en relación el intenso conflicto de Alianza PAIS que: “… para algunos se trata de supervivencia y para ello deben cerrar filas, seguirse protegiendo en el paraguas de siempre y continuar en una guerra total”. Tal cual, el sector radical de la dirigencia de PAIS sancionó con la destitución de Lenín Moreno como presidente del movimiento, sin pronunciamiento previo de la comisión respectiva, sentando inmediatamente en el disputado solio a Ricardo Patiño, uno de los últimos mohicanos y de los elegidos por Rafael Correa para asumir los encargos que sean necesarios.
Desde Carondelet, entre risas y asombro, siguieron clamando por la unidad y el diálogo, ni siquiera el amenazante retorno del mashi los descuadró, reaccionaron rápido y lograron a través de una acción constitucional que se ordene al Consejo Nacional Electoral que se inhiba de inscribir la nueva dirigencia partidista. Hechos políticos como el narrado no pueden ser analizados desde una perspectiva reglamentaria.
Si los ‘correístas’ actuaron en contra de la normativa interna de PAIS y desde Carondelet se haya impugnado tal procedimiento por ilegal, realmente es irrelevante. Lo significativo políticamente es lo que se juega tras bastidores, esto es, los radicales quieren apoderarse de la marca Alianza PAIS y dejar sin estructura partidista a los ‘morenistas’ frente a los avatares políticos que se avecinan rápidamente, como la fractura oficial del bloque parlamentario, la campaña por la consulta popular y hasta las seccionales de 2019.
Por eso el presidente Moreno ha decidido luchar para controlar su movimiento, a pesar de que la mayoría de ecuatorianos lo quiere fuera de dicha tienda política algo desgastada, pero no hay tiempo para formar nuevas estructuras ni ánimo, creo, para aceptar tentaciones partidistas de la derecha. Después de todo, las centrales provinciales se van pronunciando en favor de las preguntas de la consulta y jurando lealtad a Lenín, lo que en buen romance significa que la lucha interna de PAIS se va decantando en favor del poder real y no del virtual, como no podía ser de otra forma. En cuyo caso, terminarían fuera del juego los radicales y en la necesidad de mudarse a otra tienda para enfrentar los próximos eventos políticos.
Lo cierto es que hay brechas muy profundas que separan al Ejecutivo de los radicales. El simple hecho de que estos no asuman responsabilidades por una década absolutamente perdida en ejercicio democrático, transparencia y pulcritud en el ejercicio público. De seguir reivindicando todo lo hecho sin condenar la omisión y el descontrol pasado.
La arrogancia política de aún considerarse los dueños del circo, blindarse y mantener una agenda parlamentaria en la que sigue ausente una sensata y responsable fiscalización, desoyendo anhelos populares. Lo dicho es suficiente para solemnizar un divorcio entre los ‘correístas’ y el gobierno de Lenín, cuya principal consigna es luchar contra la corrupción. Traidores se califican unos a otros, los primeros por irrespetar la década ganada y su legado; los segundos, por corruptos y/o encubridores e infieles a la confianza ciudadana.
La transición de liderazgo termina convirtiéndose en una franca y abierta secesión, pudiendo salir Alianza PAIS purgado y fortalecido de este proceso. Ojalá el nuevo bloque legislativo que resulte enfrente como una misión fundamental el juzgamiento de responsabilidades políticas, como les corresponde, de autoridades anteriores cuyo paraguas sirvió, dolosa o negligentemente, para cubrir tanta porquería que paulatina y tenazmente va surgiendo. El control de la estructura legislativa es esencial para ello. (O)