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El Telégrafo

¿De quiénes son y para qué sirven las ‘verdades’?

26 de enero de 2014

De modo recurrente escuchamos a los actores políticos hablar de la verdad y parecería que hay muchas. Sin filosofar (porque también parece que eso ya es un pecado para los periodistas que no hacen oposición o militancia ‘anticorreísta’), esas supuestas verdades revelan una radiografía potente: nuestra conducta de ‘víctimas’ en búsqueda de redención, más allá de la legalidad o dentro de la democracia formal, en toda su complejidad.

¿En serio buscan la verdad esos opositores, periodistas y ‘críticos’? ¿Hemos aprendido a diferenciar las verdades de unos y otros como elementos constitutivos de sociedades en construcción o en búsqueda de democracias más parecidas a nosotros mismos? ¿Por qué cierta izquierda ahora reivindica valores liberales para defender  verdades peculio de las élites conservadoras del país (de ese viejo Ecuador en crisis)?

Peca con valor”, decía Lutero. Y ahora colocarse en el podio de los pecadores es una meta y hasta una corona para quienes no dejan de revelar su condición más conservadora, quizá bajo la premisa de que  “el gran pecador es el que más despierta la compasión divina”. Por eso inmolarse con verdades a medias, denuncias insostenibles o expuestas con pocos  argumentos parece ser la marca impuesta para reemplazar a la verdadera acción política, la exposición de programas de transformación y,  por qué no, resistencias e insurgencias poderosas  y revolucionarias.

¿Nos queda bien el papel de víctimas en sociedades ‘pecadoras’ y poco dadas a decir las cosas de frente sin riesgo de asumir las consecuencias éticas y sin llevar la sangre al río? ¿Acaso queremos elaborar la lista de exiliados, perseguidos y hasta ‘torturados’ para justificar acciones vengativas en el futuro bajo el argumento de delitos de lesa humanidad, violación criminal de los derechos humanos fundamentales porque no estamos en condición de asumir los riesgos de la confrontación como parte de la disputa más intensa y política?

Me parece que esas verdades que ahora se elevan al rango de dogmas solo se sostienen en la misma proporción que las ONG extranjeras requieren para demandar fondos de los gobiernos y donantes ‘inocentes’ que los reparten caritativamente. Si esas ONG tuvieran un espíritu revolucionario, transformador, rompedor de todo esquema, ¿pondrían plata en tareas y misiones edificadas desde los pilares más puros del liberalismo?

Ojalá la verdad ‘verdadera’ nazca del conjunto de expresiones más plenas y soberanas que nos da esta realidad maravillosa y compleja llamada Ecuador del siglo XXI. Y que esa verdad se exprese en las voces y en los corazones de todas las generaciones beneficiadas por la transformación interna, y no solo por el financiamiento de los inocentes acaudalados y hegemonías ‘bondadosas’.

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