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El Telégrafo
Ramiro Díez

Historias de la vida y del ajedrez

De periodistas, y otros gremios en vías de extinción

19 de octubre de 2017

Hay algunas profesiones que han desaparecido. Es el caso de los verdugos, hacha en mano, encargados de satisfacer las órdenes de algún rey. O las plañideras, con su irritante y a veces jocosa dosis de llantos y lágrimas en los entierros de algunos ricos, que no tenían a nadie que derramara una lágrima por ellos.

Los antropólogos del futuro, si es que el futuro llega a existir, quizás sepan que hubo una clase especial de humanos llamada periodistas. En ese tiempo futuro, que ya empieza a vivirse, no habrá ningún gremio de periodistas porque todos los humanos, de alguna forma, se habrán convertido en comunicadores cuando retransmitan o inventen noticias desde sus equipos personales, y sean bendecidos por el dios 'Rating', divinidad por la que son capaces de cualquier sacrificio.

Y en esa lucha por el rating, hubo algunos casos que se perdieron en medio de la marejada de otras noticias que les ganaron, pero fueron acontecimientos que merecen, cada uno, su propia historia.

Uno famoso fue el de Sara Davidson, periodista norteamericana que decidió escribir un libro sobre su vida y sobre las intimidades que algunas amigas le habían confesado. Tuvo, sí, la delicadeza de cambiar sus nombres. Pero algo falló.

Narró, por ejemplo, el caso de una compañera que, al cumplir los quince años, su propio padre, médico, le hizo un aborto en el consultorio. El cambio de nombre en la historia no fue suficiente. Algún duende perverso le decía a la gente quién, en verdad, había sido la chica. El padre vivió una pesadilla. En más de una ocasión, ya siendo un hombre viejo, fue agredido en la calle o en algún supermercado, a golpes de cartera, por haber practicado un aborto a su jovencita hija, y el resto de su familia lo consideró un depravado.

Y en Brasil, un famoso canal de crónica roja se llevaba todo el rating porque sus cámaras, a los tres o cuatro minutos de escuchados los disparos, siempre estaban en el lugar de cualquier asesinato. En más de una ocasión la toma se enfocaba en el rostro de la víctima, todavía viva. Era él éxito total. Hasta que se descubrió que el dueño del canal ordenaba a su propia banda de sicarios matar a jóvenes en las favelas, mientras sus camarógrafos estaban atentos a las pocas cuadras. Eso es lo que se llama inteligencia periodística, decían algunos.

Hay otras historias peores que estas, pero no las quiero compartir porque no me aumentarán el rating.

En ajedrez, también, impera el espíritu pragmático. Hay que ganar, y se acabó.

*Haga click en la imagen para agrandarla

Sarah Davidson, periodista norteamericana.
Fotos: Internet
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